Jason McQuinn
Autoteoría crítica
Hacia una teoría anarquista crítica del yo y la sociedad
Hoy, como siempre, cualquier teoría verdadera de vida —de interacción auténtica con el mundo social— debe empezar por la mirada subjetiva, con el punto de vista del debido sujeto de esa vida. Así pues, cualquier teoría verdaderamente revolucionaria tiene que ser al mismo tiempo autoteoría — una teoría de cómo vivir cada día, de como luchar contra las estructuras soberanas de miseria y su apariencia engañosa. Cualquier autoteoría efectiva debe clarificar y definir al menos una porción de los más importantes conceptos clave para tal entendimiento comprensivo del mundo moderno. Muchos de estos conceptos no son nuevos de ninguna manera. Pueden ser encontrados cuando cualquiera intenta entender la naturaleza de su mundo y cambiarla. Pero el uso general de estos conceptos es, muchas veces, ambiguo, mistificado y desnudado de cualquier agudeza radical. Por esto, estos conceptos tienen que ser constantemente redescubiertos y reinventados en el movimiento dialéctico de nuestras vidas diarias. A través de tal redescubrimiento y reinvención debemos construir un vocabulario viviente de conceptos compartidos con los que seamos capaces de colectivamente entender nuestras condiciones reales al mismo tiempo al que las vivamos, conceptos que armarán nuestra teoría al augmentar la precisión de su propósito y el poder de su impacto.
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época, o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en las sociedades, al mismo tiempo, su poder espiritualmente dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas, por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.
-K Marx y F Engels, La Ideología Alemana (1845)
¡Hombre, tu cerebro está encantado! ¡Tienes la cabeza llena de grillos!
Max Stirner, El único y su propiedad
La vida humana sin teoría es imposible. Entre la concepción de un deseo y su satisfacción siempre se encuentra la actividad humana necesaria para la unificación de ese deseo con su objeto. En todo caso esta actividad necesaria tiene dos aspectos coincidentes — lo práctico y lo teórico. Estos aspectos no son estrictamente separados y totalmente diferentes, sino que están entrelazados y pueden ser concebidos como simples cristalizaciones a diferentes puntos de la misma actividad unitaria humana.
Toda teoría práctica (o al menos aquella que ocurre por encima del comportamiento puramente reflectivo) expresa teoría. Un ejemplo trivial puede ser: no puedes ir al centro sin tener ninguna idea, o teoría, de donde está el centro.
Toda actividad teorética es al mismo tiempo práctica. Hasta la interpretación más contemplativa del mundo tiene innumerables consecuencias prácticas — incluyendo por instancia, y muchas veces más importante, la adopción de una posición de sufrimiento pasivo de las fortunas e infortunios de ese mundo.
Inevitablemente, la concepción de una teoría sin relación a ninguna práctica, y de una práctica sin relación a ninguna teoría, es por sí misma una construcción teórica que contiene una relación definida a una práctica definida. La teoría es inseparable de la práctica de la misma manera que las especificaciones de la teoría son inconcebibles sin la actividad de su producción y uso.
Aun así, para muchos, la “teoría” parece ajena, porque para todos nosotros “teoría” ha significado normalmente que nuestro propio pensamiento sea producido por ideólogos y autoridades — por padres, curas, profesores, jefes, políticos, expertos, consejeros, etc. Como resultado, la teoría que usamos en nuestro día a día vive para darnos cuenta de nuestros deseos, nuestra autoteoría, generalmente se ha separado de forma artificial en dos fragmentos cuyas formas refuerzan y ayudan a reproducirse ellas mismas.
Por un lado tendemos a apropiarnos como si fuera nuestro propio pensamiento toda una ideología (o religión, o hasta fragmentos de las ideologías) diciendo que “creemos en”. Esto se convierte en lo que tendimos a identificar conscientemente como nuestra filosofía, religión, ideología o teoría central sobre el mundo. Por mucha gente este núcleo corresponde a cosas como la Ciencia, el Marxismo, el Cristianismo, el Humanismo, el Capitalismo, el Socialismo, el Islam, el Budismo o similares. Estas ideologías o religiones tienden a ser abstractas, idealistas y rígidas. Por el otro lado, permitimos a la parte más inmediatamente práctica (la parte sobre nuestro día a día) de nuestra autoteoría permanecer a un nivel de asimilación y uso inconsciente. Aparece como una expresión tan “natural” de “como son las cosas” (por ejemplo, como sentido común) que parece que no hay necesidad de cuestionar sus orígenes, su base o su relación a nosotros. Muchas veces esta parte de nuestra autoteoría no se cuestiona conscientemente.
El pensamiento de mucha gente oscila entre los dos polos de esta separación en nuestro pensamiento. La teoría así expresada puede ser clasificada según el lugar que usualmente ocupa en el espacio entre los dos polos. Algunos tienden a ser más ideológicos en su pensamiento. Intentan situarse a sí mismos en algún tipo de relación más o menos teóricamente coherente con su mundo en conjunto, pero usualmente intenta esto forzando sus vidas enteras a rotar alrededor de algunas “creencias” abstractas (dos ejemplos obvios son los cristianos fundamentalistas y muchos de los variados marxistas — especialmente miembros de todas las pútridas sectas leninistas, estalinistas, trotskistas o maoístas).
Otra gente tiende hacia la autoexpresión no (auto)consciente. Toman el mundo como se les aparece superficialmente por hecho, como si fuese un entorno humanamente incambiable, e intentan arreglárselas con el pensamiento personal absolutamente más mínimo. Funcionan casi completamente con términos de las imágenes y eslóganes que les son sistemáticamente alimentados a la fuerza por la mass media y todas las instituciones dominantes cuya propaganda parece tan inescapable (las iglesias, los gobiernos, las escuelas, las corporaciones, etc). Cuando son forzados a pensar sobre sus vidas, su pensamiento siempre permanece fragmentario e incoherente ya que realmente no tienen idea consciente de donde están en relación a la totalidad de la sociedad, sus instituciones, o el mundo natural.
Al final, si el modo de pensar de una persona pueda ser clasificado en este espacio, por defecto, de una manera u otra, entonces el pensamiento de esta persona en gran parte esta creado para él o ella por otros.
Todos los pensamientos que aparentemente parecen tan naturales, todas esas creencias, tienden a expresar las necesidades, principios y relaciones sociales de los modos de organización dominantes de la sociedad. Al mismo tiempo tienden a denegar la realidad subjetiva de los que los adheridos a estas creencias. Como tal, estas creencias son esencialmente expresiones de lo que mejor se nombra “ideología”.
La ideología siempre articula una defensa (implícita o explícitamente) de nuestra alienación social. En nuestra época actual funciona en su mayor parte como una defensa de la cosa más cercana que tenemos a un sistema mundial de dominación y explotación —el capitalismo— a través de propagar justificaciones de la mayoría de formas de organización jerárquica y relaciones (compra y venda) de comodidades.
La Ideología asume que las formas más básicas de la política-economía existente, y de las relaciones sociales en general, son verdades puramente naturales en vez de productos de actividad social humana en un marco histórico que pueden ser sujetas a cambios determinados racionalmente.
En nuestra era la ideología casi siempre constituye una aceptación teórica de la lógica del capital (la alienación de nuestra actividad vital vendida en un sistema social jerárquico) en algún nivel. Así, la ideología puede ser simplemente caracterizada como la forma tomada por el capitalismo en el reino del pensamiento. Es como si el capitalismo estuviese creando sus propias justificaciones a través de nosotros. En efecto, es como si los cuerpos de seres humanos no fueran solo las herramientas y recursos que el capitalismo necesita para la reproducción de sus relaciones físicas sociales (corporaciones, las instituciones de propiedad privada, policía, judicios, leyes, etc.) sino también como si nuestras propias mentes se hubieran convertido en gran parte apéndices de este sistema también.
La ideología es siempre la forma tomada por la alienación en el reino del pensamiento; cuanto más alienados estemos, menos entendemos nuestras situaciones reales. Cuanto menos entendamos donde estamos y que estamos haciendo realmente, más dejaremos que nuestras vidas sean controladas por las instituciones dominantes, y menos existiremos como nosotros de manera significativa. I como menos afirmemos nuestra existencia autónoma, más de nuestra existencia palpable será tomada por el capitalismo, por las imágenes congeladas de nuestros roles en las varias jerarquías sociales y transacciones de comodidades. Es como si todas las comunidades realmente humanas previas hubieran sido invadidas, conquistadas por una raza extraterrestre de mímicos, y suplantada por una forma de vida totalmente diferente y desalmada.
La separación involucrada en nuestra autoteoría (mencionada antes) es en realidad una separación en autoteoría ideológica. Es un reflejo en el pensamiento de la separación básica que vemos en nuestras propias vidas diarias, entre la más inmediata realidad personal que vivimos y experimentamos como nuestra cada día, y la más abstracta y alienante realidad ideológica en la que hemos dejado encerrarnos. Refleja el conflicto entre nuestros deseos más íntimos y personales, y el contexto social alienante que siempre parece confrontarlos.
En vez de una relación transparente entre un individuo y su mundo en el cual él es un sujeto consciente y el mundo constituyendo los objetos de deseo, en la actualidad existe una relación mistificada. El sujeto social real desplaza su deseo en beneficio de los de una abstracción teórica que exige sumisión a sus deseos. Y esta abstracción es, al mismo tiempo, la proyección de la dominación real del sujeto individual por parte del capital a través del reino del mito, la metáfora o la superstición. Sin darse cuenta, los seres humanos dan el consentimiento a ser conquistados y usados como herramientas por Dios, el Progreso, o la Necesidad Histórica, o el Mercado, la Autoridad, la Democracia, el Dólar, etc. Y por mucha gente, esto significa en realidad dejarse torcer en muchas direcciones diferentes por varios (o montones de) diferentes órdenes y demandas hasta parecer locos por estas abstracciones. ¿En tal situación, puede ser sorprendente que tanta gente esté confusa sobre casi todo?
La ideología incluye todas esas teorías sobre la actividad humanas en las cuales las ideas parecen escapar sus conexiones reales con el mundo humano subjetivo de donde supuestamente provienen y en lugar de eso son percibidas como puramente objetivas, ahistóricas, y o bien con un valor más alto que nuestros propios valores, o bien como entidades libres de valor que se mueven según sus propias (o naturales) leyes. Inevitablemente, estas abstracciones ideológicas en realidad terminan apoyándose en una relación inconsciente, desapercibida y mistificada con el mundo al cual intentan comprender.
La resolución al dilema presentado por la división que acompaña todos los ejemplos de teoría ideológica es el camino dialéctico hacia el pensamiento unificado — la autoteoría crítica. La autoteoría crítica intenta restaurar al individuo alienado y aislado a una posición de sujeto realmente social en la vida del mundo. Mantiene un conocimiento constante de su propia relación a sus orígenes en subjetividad individual y los objetos que desea comprender.
En contraste con la teoría ideológica, que tiende a ignorar o suprimir cualquier conocimiento de nuestra experiencia en la dominación institucional y explotación, la autoteoría crítica se posiciona directamente en estos conflictos como la teoría de todos los elementos de oposición a la autoridad, la alienación y la explotación. Mientras la teoría ideológica surge de la naturaleza de la sociedad capitalista como su expresión positiva, la teoría crítica surge como su expresión negativa, la expresión de todas las fuerzas trabajando hacia su reemplazo. Esto significa que el pensamiento crítico “no es la función de ni el individuo aislado ni la suma de otros individuos. Su sujeto es, en cambio, un individuo definido en su relación real a otros individuos en grupos, en conflicto con una clase particular, y finalmente, en la resultante red de relaciones con la totalidad social y su naturaleza. El sujeto no es un punto matemático como el ego de la filosofía burguesa; su actividad es la construcción del presente social”. (Max Horkheimer, Critical Theory, pp. 210-1)
La autoteoría crítica, pues, no está basada en ninguna limitada oposición política, económica, o cualquier otra fragmentaria oposición al status quo. Su base es inseparable a toda actividad humana —dentro de cada individuo y grupo social— ya que dentro de cada contradicción de cada persona y grupo social, la sociedad capitalista contiene las semillas desde donde una sociedad libre y humana construida racionalmente pueda nacer algún día.
Antes que nada, la autoteoría crítica es el cuerpo unitario de pensamiento que conscientemente construimos para nuestra propia utilización. Lo construimos cuando hacemos un análisis de porque nuestras vidas son como son, porque el mundo es como es, y cuando simultáneamente desarrollamos una estrategia y tácticas de práctica — de como obtener lo que realmente deseamos para nuestras vidas.
Aquellos que asumen (normalmente de manera inconsciente) la imposibilidad de hacer realidad los deseos de su vida, y por eso de luchar por ellos mismos, acaban o bien luchando por causas o ideales ajenos (como si fueran los suyos), o bien se mantienen como la relativamente pasiva víctima de las ilusiones o decepciones de otros. El teórico crítico “atraviesa una inversión de perspectiva en su vida y el mundo. Nada es verdad para elle sino sus deseos, su voluntad de ser. Rechaza toda ideología en su odio por las miserables relaciones sociales de la sociedad capitalista global. Desde su perspectiva invertida es fácil de ver con una renovada claridad el mundo al revés de la reificación [la cosificación de aspectos de la vida diaria], la inversión del sujeto y objecto, de lo abstracto y lo concreto. Es el paisaje teátrico de las comodidades fetichizadas, proyecciones mentales, separaciones, e ideologías: arte, Dios, planos urbanos, sentido común, ética, botones sonrientes, estaciones de radio que dicen que te quieren, y detergentes que tienen compasión por tus manos” (Negations, Self-Theory, pp.4-5)
Cuando una persona como esta no puede continuar viviendo según los dictados de tal locura, cuando cada rol forzoso se convierte demasiado absurdo para actuarlo, entonces cada restricción y alienación requerida por la organización jerárquica capitalista de las relaciones sociales se hace sentir demasiado como lo que es — una negación de la subjetividad personal y la vitalidad, como una situación que de ser saboteada y subvertida. El teórico crítico siente constantemente la necesidad de enfrentarse y cambiar el sistema que le destruye cada día [1]. El método de la autoteoría crítica es dialéctico y contrario a los dualísticos y unilaterales métodos analíticos[2] de teoría positivista e ideológica que siempre presentan cada problema (y en consecuencia su solución) en términos de dos alternativas abstractamente separadas y mutualmente exclusivas. La base filosófica de la autoteoría crítica radica en una fenomenología radical y tiene sus orígenes en la realidad fundamental de nuestra experiencia vital, contraria al dualismo[3] ontológico de la teoría ideológica.
Mientras que la teoría ideológica debe siempre mantenerse dualística en su nivel más importante, incorporando la división entre sujetos individuales y sus estructuras sociales alienadas como suposiciones completamente incuestionables e inconscientes, la autoteoría crítica intenta enseñar la verdadera relación y unidad de sus elementos — cómo una parte de una separación abstracta no puede existir sin la otra. Así pues, donde la teoría ideológica sostiene que el valor y el conocimiento son siempre entidades separas (y busca la “objetividad”), la autoteoría crítica revela que todo conocimiento es social y ahistórico, y que siempre es generado humanamente con un propósito (o constelación de propósitos), aun si estos propósitos son desconocidos a sus creadores. La autoteoría crítica revela que el valor es siempre inmanente en el conocimiento humano. Demuestra que hay valores inherentes en la elección de que preguntas hacer, como mostrarlas, el criterio para las respuestas satisfactorias, el rango de métodos aceptables para encontrar estas respuestas, etc.
Y donde la teoría ideológica insiste en la fragmentación, especialización y compartimentación del conocimiento, la autoteoría crítica es siempre unitaria. Escoge y utiliza todas las formulaciones ideológicas que valgan la pena (sus verdades parciales) mientras rechaza cualquier aspecto inútil o irrelevante junto con su núcleo ideológico. Las verdades parciales son entonces apropiadas, junto con nuevas observaciones, y después sintetizadas con el cuerpo actual de la autoteoría crítica propia para formar una nueva totalidad. La autoteoría crítica es un intento siempre en evolución de conceptualizar la unidad teórica y práctica. Es una totalidad dinámica en construcción, siempre trascendiéndose dialectalmente (aboliéndose y a un así preservándose) a ella misma.
La desmitificación de uno mismo y la construcción de la autoteoría crítica no erradica inmediatamente la alienación de alguien. Por desgracia, el mundo de la alienación continúa reproduciéndose día a día. Pero es un comienzo en el camino hacia la actividad individual y colectiva requerida para esa erradicación.
La alienación debe primero ser percibida y entendida antes de hacer nada para eliminarla. Esto significa que cada uno tiene que convertirse en su propio teórico. Debemos cesar de permitir que otros piensen por nosotros. Debemos criticar despiadadamente todo pensamiento, especialmente el propio. En vez de dejar que el punto de referencia de nuestras vidas sea otro, debemos convertirnos en el centro consciente de nuestras propias autoteorías críticas. Una vez todas las capas de mistificación ideológica hayan sido despellejadas, nos expondremos al descubierto a nosotros mismos, y nuestras relaciones hacia otros y hacia el universo se pueden hacer progresivamente más transparentes. Podemos ver entonces todas las abstracciones innecesarias y mistificadoras eran solo proyecciones de nuestros propios poderes individuales y colectivos, nuestros propios poderes alienados y los poderes de otra gente como nosotros.
La única autoteoría realmente crítica existe donde no hay morales, ideales abstractos, o represiones escondidas que tapen el cielo. Facilita nuestra unidad con otros como individuos conscientes de sus deseos, decididos a no dar un paso atrás contra la mistificación y la coacción, y sin temor de actuar libremente en nuestros intereses.
[1] Cualquiera que parta con la intención de cambiar el mundo pronto se encuentra que elle no puede conseguir mucho sole. Las estructuras básicas de nuestro mundo que deben ser cambiadas son sociales -las relaciones organizadas e institucionales entre gente, así como sus fundamentos corporales (anclajes) en hábitos socialmente producidos, y las personalidades y sus estructuras. La única manera que pueden ser cambiadas radicalmente es a través de movimientos de comunicación común y participación autónoma, y aun así comprometida en el proyecto de autotransformación y autosuperación individual y colectiva. Uno solo puede cambiar su vida radicalmente cambiando la naturaleza de la vida social misma a través de la transformación del mundo social propio como conjunto, cosa que requiere esfuerzos colectivos. Y uno solo puede cambiar el mundo en general empezando con la vida de uno mismo, también.
[2] La fetichización del método analítico siempre tiene la función de esconder una metafísica dualística. El simple acto de desmenuzar conceptualmente (analizar) procesos específicos y objetos no es el problema aquí. Es el tratamiento de métodos analíticos específicamente unilaterales como si estos (y sus prenociones metafísicas escondidas) fueran los únicos o verdaderos métodos de examinar la naturaleza fundamental de las cosas que coincide con las necesidades de la teoría ideológica. Por ejemplo, una creencia rígida en la supuesta verdad de la filosofía mecánica y atomística será normalmente acompañada (por mucho que se niegue) por la fetichización de un método analítico centrado en la descomposición de objetos en partes discretas que son reunidas conceptualmente por relaciones causa-efecto solamente especulativas. Otro ejemplo puede ser la fijación en un método de análisis basado en la orientación de sistemas. En este caso, el mecanismo se vuelve más sutil, pero una metafísica dualística basada en los conceptos de sistemas, feedback y homeostasis (o niveles de estabilidad) toma el lugar de las partículas atómicas y un modelo de causa-efecto con resultados similares. Las estructuras de diferentes lenguas forman el rango de posibilidades para ciertos tipos de pensamiento. El inglés y los otros lenguajes indoeuropeos motivan patrones de pensamiento causa-efecto y autor-acción-recibidor como resultado directo de su patrón sujeto-verbo-objeto o sujeto-objeto-verbo. De la misma manera, los diferentes tipos de métodos analíticos (de hecho, basados en metáforas analíticas) que escogemos forman el rango de posibilidades que tenemos para entender nuestro mundo. Una vez nos obsesionamos en un solo método y lo vemos como el único método correcto perdemos la habilidad de distinguir que puede revelar ese método de lo que a la vez nos esconde. Acabamos confundiendo directamente la metáfora con la estructura de nuestro mundo (con resultados impredecibles).
[3] El dualismo ontológico es la concepción de que la existencia es fundamente dual, o separada en dos, por naturaleza. Es la concepción metafísica arquetípica que Ser (Being) está fundamentalmente dividido en dos partes que no pueden ser convertidas en una. Es la base necesaria por todo dogmatismo y teoría ideológica.