Emma Goldman
Situación social de la mujer
El progreso humano es muy lento. Se ha dicho que por cada paso dado hacia adelante, la Humanidad ha dado dos hacia la esclavitud. Solo al cabo de los siglos ha ido liberándose de su actitud de adoración sumisa ante la Iglesia, el derecho divino de los reyes y el poder de la clase dominante. En realidad, esta calamitosa trinidad impera todavía sobre muchísimos millones de seres en todos los países del mundo; pero ya solo puede gobernar con mano férrea y exigir cierta obediencia en los países fascistas. Aunque el fascismo no tiene existencia histórica sino como manifestación fugaz, bajo su peste negra se presiente cómo se aproxima la tormenta y cómo crece su furia. Es en España donde hallará su Waterloo, mientras en todo el mundo va aumentando la protesta contra las instituciones capitalistas.
Pero, en general, el hombre, dispuesto siempre a luchar heroicamente por su emancipación, está muy lejos de pensar lo mismo respecto a la del sexo opuesto.
Sin duda alguna, las mujeres de muchos países han hecho la verdadera revolución para conseguir sus derechos sociales, políticos y éticos. Los han logrado a costa de muchos años de lucha y de ser derrotadas infinidad de veces, pero han conseguido la victoria.
Desgraciadamente, no puede afirmarse lo mismo de las mujeres de todos los países. En España por ejemplo, a la mujer se la considera muy inferior al hombre, como mero objeto de placer y productora de niños, no me sorprendería si los burgueses pensaran así, pero es increíble comprobar el mismo antediluviano concepto entre los obreros, hasta entre nuestros propios camaradas.
En ningún país del mundo siente la clase obrera el Comunismo Libertario como lo siente la clase obrera española. El gran triunfo de la Revolución que se inició en los días de julio, demuestra el alto valor revolucionario del obrero español. Debería suponerse que en su apasionado amor por la libertad incluye la libertad de la mujer. Pero, muy lejos de esto, la mayoría de los hombres españoles parece no comprender el sentido de la verdadera emancipación, o, en otro caso, prefieren que su mujer continúe ignorándolo. El hecho es que muchos hombres parecen convencidos de que la mujer prefiere seguir viviendo en su posición de inferioridad. También se decía que el negro estaba encantado de ser propiedad del dueño de la plantación. Pero lo cierto es que no puede existir una verdadera emancipación mientras subsiste el predominio de un individuo sobre otro o de una clase sobre otra. Y mucha menor realidad tendrá la emancipación de la raza humana mientras un sexo domine sobre otro.
Por lo demás, la familia humana la integran ambos sexos y la mujer es la más importante de los dos, ya que en ella se perpetúa la especie, y cuanto más perfecto su desarrollo moral y físico, más perfecta será la raza humana. Ya sería esto bastante para probar la importancia de la mujer en la sociedad y en la lucha social; pero hay otras razones. La más importante de todas es ésta: que la mujer se ha dado cuenta de que tiene perfecto derecho a la personalidad y de que sus necesidades y aspiraciones son de importancia vital como las del varón.
Los que pretenden todavía tener a la mujer en un puño, dirán seguramente que sí, que todo esto está muy bien, pero que las necesidades y aspiraciones de la mujer son diferentes, porque ella es inferior. Esto solo prueba la limitación del hombre, su orgullo y su arrogancia. Debería saber que lo que diferencia a ambos sexos tiende a enriquecer la vida, tanto social como individualmente.
Por otra parte, las extraordinarias realizaciones de la mujer a través de la Historia anulan la leyenda de la inferioridad. Los que insisten en ella es porque no pueden tolerar que su autoridad sea discutida. Ello es característico de todo sentido autoritario, sea el del amo sobre sus esclavos, sea el del hombre sobre la mujer. No obstante, la mujer procura en todas partes liberarse; camina hacia delante, libremente; ocupa su puesto en la lucha por la transformación económica, social y ética. Y la mujer española no tardará mucho en emprender el rumbo de su emancipación. El problema de la emancipación femenina es algo análogo al de la emancipación proletaria; los que quieran ser libres deben dar el primer paso.
Los obreros de Cataluña y de toda España lo han dado ya, se han liberado a sí mismos y están derramando su sangre por asegurar esta libertad. Ahora os toca a vosotras, mujeres españolas. Romped vuestras cadenas. Os ha llegado el turno de elevar vuestra dignidad y vuestra personalidad, de exigir con firmeza vuestros derechos de mujer, como individualidades libres, como miembros de la sociedad, como camaradas en la lucha contra el fascismo y por la Revolución Social.
Únicamente cuando os hayáis liberado de la superstición religiosa, de los prejuicios, de la moral corriente y de la esclavizante obediencia a un pasado muerto, llegaréis a ser una fuerza invencible en la lucha antifascista y una garantía de la Revolución Social. Únicamente entonces seréis dignas de colaborar en la creación de la nueva sociedad en la que todos los seres serán verdaderamente libres.