Iain McKay
Bakunin y las legiones invisibles
Los leninistas y otros marxistas afirman que Bakunin era un autoritario secreto. Se basan en el hecho de que Bakunin utilizó la expresión «dictadura invisible» en algunas de sus cartas. Sin embargo, esta afirmación expresa una clara, incluso intencionada, incomprensión del papel que deben desempeñar los revolucionarios en los movimientos populares y de las ideas de Bakunin al respecto. En realidad, el término «dictadura invisible» no demuestra que Bakunin o los anarquistas sean autoritarios secretos, por razones que explicaremos. Los marxistas citan los términos de Bakunin «dictadura invisible» y «dictadura colectiva» fuera de contexto, utilizándolos para «probar» que los anarquistas son autoritarios secretos, buscando la dictadura sobre las masas. Más ampliamente, la cuestión de Bakunin y su «dictadura invisible» se encuentra en los relatos más simpáticos de las ideas anarquistas. Por ejemplo, Peter Marshall escribe que «no es difícil concluir que la dictadura invisible de Bakunin sería aún más tiránica que una... marxista» y que expresaba una «profunda vena autoritaria y disimuladora en su vida y su obra» [Demanding the Impossible, p. 287] Así pues, la cuestión de aclarar este aspecto de la teoría de Bakunin es más importante que corregir a unos cuantos leninistas. Además, hacerlo ayudará a clarificar el concepto de «liderazgo de ideas» que muchos anarquistas usan para describir el papel de los grupos anarquistas en los movimientos de masas (por ejemplo, ver el folleto de la ACF The Role ofthe Revolutionary Organisation, El Papel de la Organización Revolucionaria). Así que, por estas dos razones, este artículo, aunque inicialmente parezca algo redundante y de interés solo para los académicos, tiene un interés mucho más amplio.
Resulta especialmente irónico que los leninistas (seguidores de una persona que creó una dictadura real y muy visible) acusen a los anarquistas de querer crear una «dictadura» —pero, de nuevo, la ironía y el sentido del humor no suelen notarse en leninistas y trotskistas. De forma similar, atacan (con razón) a Bakunin por ser antijudío, pero guardan un extraño silencio sobre el antieslavismo de Marx y Engels. De hecho, Marx publicó una vez un artículo de Engels que en realidad predicaba el odio y la violencia raciales: «ese odio a los rusos fue y sigue siendo la principal pasión revolucionaria de los alemanes; y desde la revolución se extiende a los checos y a los croatas... nosotros... podemos salvaguardar la revolución solo mediante el terrorismo más decidido contra estos pueblos eslavos» y que los «testarudos checos y eslovacos deben estar agradecidos a los alemanes, que se han tomado la molestia de civilizarlos». [citado en Bakunin on Anarchism, p.432] Obviamente ser antieslavo está bien, ser antijudío no (también se callan los comentarios antijudíos de Marx). La hipocresía es evidente.
En realidad, es en sus intentos de desprestigiar al anarquismo con un autoritarismo de armario donde el autoritarismo de los marxistas sale a la luz. Por ejemplo, en el número 52 de la revista International Socialism del Partido Socialista Obrero Británico, encontramos esta golosina de «lógica». El anarquismo es denunciado por ser «necesariamente profundamente antidemocrático» debido a su «tesis de la soberanía absoluta del yo individual». Luego se cita a Hal Draper argumentando que «[d]e todas las ideologías, el anarquismo es la más fundamentalmente antidemocrática en principio». [p. 145] Así que, como el anarquismo favorece que los individuos sean libres y tomen sus propias decisiones, ¡es menos democrático que el fascismo, el nazismo y el estalinismo! Uno se pregunta qué entienden por democracia si las ideologías que promueven activamente el culto a los líderes y las dictaduras de partido/líderes son más «democráticas» que el anarquismo. Por supuesto, en realidad, para la mayoría de los anarquistas la soberanía individual implica la democracia directa en las asociaciones libres (véase, por ejemplo, «El contrato anarquista» de Robert Graham en Reinventing Anarchy, Again, Reinventar la anarquía, de nuevo). Cualquier «democracia» que no esté basada en la libertad individual es demasiado contradictoria para ser tomada en serio.
Anarquistas no bakuninistas
Pero volviendo a nuestro tema. Los anarquistas tienen dos respuestas a las afirmaciones de que Bakunin (y, por implicación, todos los anarquistas) buscan una dictadura «invisible» y por lo tanto no son verdaderos libertarios. En primer lugar, y este es el punto en el que nos concentraremos en esta sección, la expresión de Bakunin está sacada de contexto y cuando se coloca dentro de su contexto adquiere un significado radicalmente diferente al que implican los críticos del anarquismo. En segundo lugar, incluso si la expresión significa lo que los críticos afirman que significa, no refuta el anarquismo como teoría política (más que el racismo de Bakunin o el sexismo y el racismo de Proudhon). Esto se debe a que los anarquistas no son bakuninistas (o proudhonistas o kropotkinistas o cualquier otro personajista). Reconocemos a los otros anarquistas como lo que son, seres humanos que dijeron muchas cosas importantes y útiles pero que, como cualquier otro ser humano, cometen errores y a menudo no están a la altura de todas sus ideas. Para los anarquistas, se trata de extraer las partes útiles de sus obras y rechazar las inútiles (¡así como las francas tonterías!). El hecho de que Bakunin haya dicho algo, no significa que sea correcto. Este enfoque de sentido común de la política parece haberse perdido en los marxistas. De hecho, si llevamos la lógica de estos marxistas a su conclusión, debemos rechazar todo lo que escribió Rousseau (era sexista), Marx y Engels (me vienen a la mente sus comentarios contra los eslavos, junto con otros numerosos comentarios racistas), etc. Pero, por supuesto, esto nunca ocurre con los pensadores no anarquistas cuando los marxistas escriben sus artículos y libros.
Citas selectivas
Sin embargo, volviendo a nuestro argumento principal, el de la importancia del contexto. ¿Qué aporta al debate el contexto en torno al término de Bakunin «dictadura invisible»? Simplemente que cada vez que Bakunin utiliza el término dictadura «invisible» o «colectiva» también declara explícitamente su oposición al poder gubernamental (u oficial) y, en particular, a la idea de que las organizaciones anarquistas asuman dicho poder. Por ejemplo, la revista International Socialist mencionada anteriormente cita el siguiente pasaje de «un documento bakuninista» para «demostrar» que el «principio de la antidemocracia era dejar a Bakunin sin oposición en la cúspide del poder»:
«Es necesario que en medio de la anarquía popular, que constituirá la vida y la energía mismas de la revolución, la unidad de pensamiento y de acción revolucionaria encuentre un órgano. Este órgano debe ser la asociación secreta y mundial de los hermanos internacionales.»
Este pasaje es del punto 9 del «Programa y propósito de la organización revolucionaria de los Hermanos Internacionales» de Bakunin. En la frase inmediatamente anterior a las citadas, Bakunin afirmaba que «[e]sta organización descarta toda idea de dictadura y de control tutelar». [Michael Bakunin: Selected Writings, p. 172] ¡Es extraño que no se cite esta parte del punto 9 del programa! Tampoco citan a Bakunin cuando escribió, en el punto 4 del mismo programa, «[s]omos los enemigos naturales de aquellos revolucionarios —futuros dictadores, regimentadores y custodios de la revolución— que... [quieren] crear nuevos Estados revolucionarios tan centralistas y despóticos como los que ya conocemos...». Tampoco, en el punto 8, que como la «revolución en todas partes debe ser creada por el pueblo, y el control supremo debe pertenecer siempre al pueblo organizado en una federación libre de asociaciones agrícolas e industriales... organizadas desde abajo hacia arriba por medio de delegaciones revolucionarias... [que] se propondrán administrar los servicios públicos, no gobernar a los pueblos». [Op. Cit., p. 169, p. 172]
(Como apunte, podemos entender que los leninistas no quieran citar el punto 8, ya que la posición de Bakunin es muy anterior a la de Marx sobre la estructura de la sociedad revolucionaria. De hecho, no fue hasta 1917, cuando Lenin apoyó los soviets creados espontáneamente como marco de su estado socialista —al menos en la retórica, en la práctica no lo hizo—, que los marxistas descubrieron tardíamente la importancia de los consejos obreros. En otras palabras, Bakunin predijo el surgimiento de los consejos obreros como marco de una revolución socialista —después de todo los soviets rusos eran, originalmente, «una federación libre de asociaciones agrícolas e industriales». Debe ser vergonzoso para los leninistas que una de las que consideran una contribución clave al marxismo sea predicha con más de 50 años de antelación por alguien a quien Marx llamaba «ignorante» y una «no entidad como teórico»).
Del mismo modo, cuando observamos las situaciones en las que Bakunin utiliza los términos dictadura «invisible» o «colectiva» (normalmente en cartas a los camaradas) encontramos lo mismo: la negación explícita en estas mismas cartas de que Bakunin pensaba que la asociación revolucionaria debía tomar el poder estatal/gubernamental. Por ejemplo, en una carta a Albert Richard (un compañero de la «Alianza de la Socialdemocracia» anarquista) Bakunin afirma que «[s]olo hay un poder y una dictadura cuya organización es saludable y factible: es esa dictadura colectiva e invisible de los que se alían en nombre de nuestro principio». Inmediatamente después añade que «esta dictadura será tanto más saludable y eficaz por no estar revestida de ningún poder oficial o carácter extrínseco».
Anteriormente en la carta, argumenta que los anarquistas deben ser «como pilotos invisibles en la espesura de la tempestad popular... dirigirla [la revolución] no por ningún poder abierto, sino por la dictadura colectiva de todos los aliados — una dictadura sin insignias, títulos o derechos oficiales, y tanto más fuerte por no tener ninguna de las parafernalias del poder». Oponiéndose explícitamente a los «Comités de Seguridad Pública y a la dictadura oficial y abierta», explica su idea de una revolución basada en «los trabajadores unidos en asociaciones... armadas y organizadas por calles y barrios, la comuna federativa». [Op. Cit., p. 181, p. 180 y p. 179] Difícilmente se puede esperar de un aspirante a dictador.
Como señala Sam Dolgoff, «una organización que no ejerce ninguna autoridad manifiesta, sin Estado, sin estatuto oficial, sin la maquinaria del poder institucionalizado para aplicar sus políticas, no puede definirse como una dictadura... Además, si se tiene en cuenta que este pasaje forma parte de una carta en la que se repudia en los términos más enérgicos el Estado y el estatismo autoritario de los «Robespierres, los Dantons y los Saint-Justs de la revolución», es razonable concluir que Bakunin utilizó la palabra «dictadura» para denotar la influencia preponderante o la orientación ejercida en gran medida por el ejemplo... De acuerdo con esta conclusión, Bakunin utilizó las palabras ‘invisible’ y ‘colectivo’ para denotar el movimiento clandestino que ejerce esta influencia de manera organizada». [Bakunin on Anarchism, p. 182]
Influencia, no poder
Este análisis es confirmado por otros pasajes de las cartas de Bakunin. En una carta al nihilista Sergi Nechaev (en la que Bakunin indica exactamente lo alejados que estaban políticamente —lo que es importante, ya que, desde Marx en adelante, muchos de los oponentes de Bakunin citan los panfletos de Nechaev como si fueran «bakuninistas», cuando en realidad no lo eran) lo encontramos argumentando que:
«Estos grupos [revolucionarios] no buscarían nada para sí mismos, ni privilegios ni honores ni poder... [pero] estarían en condiciones de dirigir los movimientos populares ... [mediante] la dictadura colectiva de una organización secreta... La dictadura... no recompensa a ninguno de los miembros... ni a los propios grupos... con ningún... poder oficial. No amenaza la libertad del pueblo, porque, al carecer de carácter oficial, no sustituye el control del Estado sobre el pueblo, y porque todo su objetivo... consiste en la más plena realización de la libertad del pueblo.
«Esta clase de dictadura no es en absoluto contraria al libre desarrollo y al autodesarrollo del pueblo, ni a su organización desde abajo hacia arriba... porque influye en el pueblo exclusivamente a través de la influencia natural y personal de sus miembros, que no tienen el más mínimo poder... para dirigir el movimiento revolucionario espontáneo del pueblo hacia... la organización de la libertad popular... Esta dictadura secreta llevaría a cabo, en primer lugar, y en la actualidad, una propaganda popular de amplia base... y por el poder de esta propaganda y también por la organización entre el propio pueblo uniría las fuerzas populares separadas en una fuerza poderosa capaz de demoler el Estado» [Michael Bakunin: Selected Writings, pp. 193-4].
El aspecto clave de esto es el término «influencia natural». En una carta a Pablo, un miembro español de la Alianza, encontramos a Bakunin argumentando que la Alianza «promoverá la Revolución solo a través de la influencia natural pero nunca oficial de todos los miembros de la Alianza...» [Bakunin on Anarchism, p. 387] Este término también fue utilizado en sus escritos públicos. Por ejemplo, encontramos en uno de sus artículos periodísticos a Bakunin argumentando que la «propia libertad de cada individuo resulta del gran número de influencias materiales, intelectuales y morales que cada individuo que le rodea y que la sociedad... ejercen continuamente sobre él» y que «todo lo que está vivo... interviene... en la vida de los demás... [por lo que] difícilmente queremos abolir el efecto de la influencia natural de cualquier individuo o grupo de individuos sobre las masas». [The Basic Bakunin, p. 140, p. 141]
Así pues, la «influencia natural» significa simplemente el efecto de comunicar qué otros, discutir tus ideas con ellos y ganarlos para tu posición, nada más. Esto no es nada autoritario, por lo que Bakunin contrasta esta influencia «natural» con la influencia «oficial», que sustituyó el proceso de interacción mutua entre iguales por una jerarquía de mando fija, induciendo así la «transformación de la influencia natural y, como tal, la influencia perfectamente legítima sobre el hombre, en un derecho». [citado por Richard B. Saltman, The Social and Political Thought of Michael Bakunin, p. 46].
Como ejemplo de esta diferencia, consideremos el caso de un militante sindical (como quedará claro, este es el tipo de ejemplo que Bakunin tenía en mente). Mientras forme parte de las bases, argumentando su caso en las reuniones sindicales o siendo delegado para llevar a cabo las decisiones de estas asambleas, entonces su influencia es «natural». Sin embargo, si este militante es elegido para ocupar un puesto con poder ejecutivo en el sindicato (es decir, se convierte en un funcionario sindical a tiempo completo, por ejemplo, en lugar de un delegado sindical), entonces su influencia se convierte en «oficial» y, por tanto, potencialmente corruptora tanto para el militante como para las bases que están sometidas al gobierno del funcionario.
De hecho, esta noción de influencia (o autoridad) «natural» también fue calificada de «invisible» por Bakunin: «solo es necesario que uno de cada diez trabajadores se una a la Asociación [Internacional de Trabajadores] de forma sincera y con plena comprensión de la causa para que las nueve décimas partes que permanecen fuera de su organización sean, sin embargo, influenciadas de forma invisible por ella...». [The Basic Bakunin, p. 139] Así que, como puede verse, los términos dictadura «invisible» y «colectiva» utilizados por Bakunin en sus cartas están fuertemente relacionados con el término «influencia natural» utilizado en sus obras públicas y parece que se utiliza simplemente para indicar los efectos de un grupo político organizado sobre las masas. Para ver esto, vale la pena citar extensamente a Bakunin sobre la naturaleza de esta influencia «invisible»:
«Se puede objetar que esta... influencia [invisible]... sugiere el establecimiento de un sistema de autoridad y un nuevo gobierno... [pero esto] sería un grave error. El efecto organizado de la Internacional sobre las masas... no es más que la organización enteramente natural —no oficial ni revestida de autoridad o fuerza política alguna— del efecto de un grupo bastante numeroso de individuos que se inspiran en el mismo pensamiento y se dirigen hacia el mismo objetivo, primero en la opinión de las masas y solo después, por el intermediario de esta opinión (reafirmada por la propaganda de la Internacional), en su voluntad y sus actos.
«Pero los gobiernos... se imponen violentamente a las masas, que se ven obligadas a obedecerles y a ejecutar sus decretos... La influencia de la Internacional nunca será más que una opinión y la Internacional nunca será más que la organización del efecto natural de los individuos sobre las masas.» [Op. Cit., pp. 139-40]
Por lo tanto, tanto por el contexto más completo proporcionado por las obras y cartas citadas selectivamente por los antianarquistas como por sus otros escritos, encontramos que más que ser un autoritario secreto, Bakunin estaba, de hecho, tratando de expresar cómo los anarquistas podrían «influir naturalmente» en las masas y en su revolución. Como él mismo argumenta:
«Somos los enemigos más acérrimos de todo tipo de poder oficial... Somos enemigos de cualquier tipo de dictadura declarada públicamente, somos anarquistas sociales revolucionarios... si somos anarquistas, ¿con qué derecho queremos influir en el pueblo y qué métodos utilizaremos? Denunciando todo el poder, ¿con qué tipo de poder, o más bien por qué tipo de fuerza, dirigiremos una revolución popular? Por una fuerza que es invisible ... que no se impone a nadie ... [y] privada de todo derecho y significado oficial». [Michael Bakunin: Selected Writings, pp. 191-2]
Oponiéndose continuamente al poder, la autoridad y la influencia «oficiales», Bakunin utilizó el término «dictadura invisible y colectiva» para describir la «influencia natural» de los anarquistas organizados en los movimientos de masas. Más que expresar un deseo de convertirse en dictador, expresa de hecho la conciencia de que existe un desarrollo político «desigual» dentro de la clase obrera, un desnivel que solo puede ser socavado por la discusión dentro de las asambleas de masas de las organizaciones populares. Cualquier intento de eludir este «desnivel» mediante la toma o la elección de puestos de poder (es decir, mediante la «influencia oficial») estaría condenado al fracaso y desembocaría en la dictadura de un partido: «el triunfo de los jacobinos o de los blanquistas [o de los bolcheviques, hay que añadir] sería la muerte de la Revolución». [Op. Cit., p. 169]
Este análisis puede verse en la discusión de Bakunin sobre la burocracia sindical y cómo los anarquistas deben combatirla. Tomando la sección ginebrina de la IWMA, Bakunin señala que la sección de trabajadores de la construcción «simplemente dejó toda la toma de decisiones a sus comités... De esta manera el poder gravitó sobre los comités, y por una especie de ficción característica de todos los gobiernos, los comités sustituyeron su propia voluntad y sus propias ideas por las de los miembros». [Bakunin on Anarchism, p. 246] Para combatir esta burocracia, «las secciones de los obreros de la construcción... solo podían defender sus derechos y su autonomía de una manera: los obreros convocaban asambleas generales de afiliados. Nada despierta más la antipatía de los comités que estas asambleas populares... En estas grandes reuniones de las secciones se discutían ampliamente los puntos del orden del día y se imponía la opinión más progresista...» [Op. Cit., p. 247]
Dado que Bakunin consideraba que «la Alianza federativa de todas las asociaciones de trabajadores [¡sic! [constituiría] la Comuna» formada por delegados con «mandatos responsables y removibles» podemos ver fácilmente que el papel de la federación anarquista sería intervenir en las asambleas generales de estas asociaciones y asegurar, a través del debate, que «la opinión más progresista prevaleciera». [Michael Bakunin: Selected Writings, p. 170, p. 171] Más que buscar el poder, los anarquistas buscarían la influencia basada en la solidez de sus ideas, el «liderazgo de las ideas» en otras palabras. Así, la federación anarquista «da rienda suelta a su voluntad [la de los pueblos] y da una oportunidad más amplia para su autodeterminación y su organización socioeconómica, que debe ser creada por ellos mismos desde abajo hacia arriba... La organización [revolucionaria]... [no debe] en ningún caso... ser su amo [de los pueblos]... ¿Cuál debe ser el objetivo principal y la finalidad de esta organización? Ayudar al pueblo a autodeterminarse en la línea de la más completa igualdad y la más plena libertad humana en todas las direcciones, sin la menor interferencia de ningún tipo de dominación... es decir, sin ningún tipo de control gubernamental». [Op. Cit., p. 191]
¿Vanguardismo?
Algunos marxistas (incluido el propio Marx) afirman que Bakunin sostenía lo que hoy se denominaría una posición «vanguardista», es decir, que la gente de la clase obrera solo puede convertirse en socialista por influencia externa (en el caso de Lenin, por la influencia del partido de vanguardia). Los anarquistas, en cambio, sostienen que, en lugar de ser el producto de una influencia «externa», las ideas socialistas (libertarias) son el producto natural de la vida de la clase obrera. En otras palabras, las ideas socialistas (libertarias) provienen del interior de la clase obrera. Bakunin no fue una excepción. Por ejemplo, se refirió constantemente al «instinto socialista» de las clases trabajadoras y argumentó que el ideal socialista era «necesariamente el producto de la experiencia histórica del pueblo» y que los trabajadores «el instinto más básico y su situación social los hace... socialistas. Son socialistas por todas las condiciones de su existencia material». [citado por Richard B. Saltman, The Social and Political Thought of Michael Bakunin, p. 100, The Basic Bakunin, pp. 101-2].
No hace falta decir que el instinto en sí mismo no es suficiente (¡si lo fuera, estaríamos viviendo en una sociedad anarquista!) y por eso Bakunin, como todos los anarquistas, subrayó la importancia de la autoliberación y la autoeducación a través de la lucha para cambiar el «instinto» por el «pensamiento». Sostenía que no había «más que un solo camino, el de la emancipación a través de la acción práctica... [mediante] la solidaridad de los trabajadores en su lucha contra la patronal. Significa los sindicatos, la organización y la federación de las cajas de resistencia... [Una vez que el trabajador] comienza a luchar, en asociación con sus compañeros, por la reducción de su jornada laboral y por el aumento de su salario... y se acostumbra cada vez más a confiar en la fuerza colectiva de los trabajadores... El obrero así alistado en la lucha necesariamente ... se reconocerá a sí mismo [o a sí misma] como socialista revolucionario». [The Basic Bakunin, p. 103]
Además de reconocer la importancia de las organizaciones populares (como los sindicatos) y de la acción directa en el desarrollo del pensamiento socialista libertario, Bakunin también subrayó la necesidad de que los grupos anarquistas trabajaran con estas organizaciones y con la masa de la población en general. Estos grupos desempeñarían un papel importante para ayudar a clarificar las ideas de los que luchan y socavar lo que Chomsky denomina «la fabricación del consentimiento», el proceso por el cual la población en general está influenciada para aceptar el statu quo y el punto de vista de las élites dominantes a través del sistema educativo y los medios de comunicación. Es esta «fabricación del consentimiento» la que ayuda a explicar por qué, relativamente hablando, hay tan pocos anarquistas, a pesar de que sostenemos que el anarquismo es el producto natural de la vida de la clase trabajadora. Mientras que, objetivamente, las experiencias de la vida llevan a la gente de la clase trabajadora a resistir la dominación y la opresión, entran en esa lucha con una historia detrás, una historia de educación en las escuelas capitalistas, de lectura de documentos pro-capitalistas, etc.
Esto significa que mientras la lucha social se radicaliza, también tiene que combatir años de influencias pro-estatales y pro-capitalistas. Por lo tanto, aunque la conciencia anarquista surja de las condiciones reales de la vida de la clase obrera, debido a que vivimos en una sociedad de clases hay numerosas contratendencias que inhiben el desarrollo de esa conciencia (como la religión, la moral actual los medios de comunicación, la propaganda pro-empresarial y pro-estatal, la represión estatal y empresarial, etc.). Esto explica las diferencias de opinión política dentro de la clase trabajadora, ya que las personas se desarrollan a diferentes velocidades y están sujetas a diferentes influencias y experiencias. Sin embargo, las numerosas barreras internas y externas al desarrollo de las opiniones anarquistas creadas por el proceso de «fabricación del consentimiento» pueden ser, y son, debilitadas por la discusión racional, así como por la lucha social y la autoactividad. Y aquí es donde el grupo anarquista puede jugar un papel importante, ya que los que ya han pasado por este proceso pueden ayudar a los que están pasando por él.
El papel del grupo anarquista, por lo tanto, no es importar una ideología extranjera a la clase trabajadora, sino más bien ayudar a desarrollar y clarificar las ideas de aquellos trabajadores que están pasando del «instinto» al «ideal» y así ayudar a aquellos que están experimentando ese desarrollo. Ayudarían a este desarrollo proporcionando propaganda que exponga el sistema social actual (y sus fundamentos) como en bancarrota, así como fomentando la resistencia a la opresión y la explotación. Lo primero, para Bakunin, permitía «aportar [de] una expresión general más justa, una forma nueva y más congenial a los instintos existentes del proletariado... [que] a veces puede facilitar y precipitar el desarrollo... [y] darles conciencia de lo que tienen, de lo que sienten, de lo que ya desean instintivamente, pero nunca puede darles lo que no tienen». Esta última «es la forma de propaganda más popular, más potente y más irresistible» y «despierta en las masas todos los instintos social-revolucionarios que residen profundamente en el corazón de cada trabajador» permitiendo así que el instinto se transforme en «pensamiento socialista reflejado». [citado por Richard B. Saltman, The Social and Political Thought of Michael Bakunin, p. 107, p. 108 y p. 141].
Por lo tanto, Bakunin no puede ser considerado un vanguardista en el sentido leninista (o como precursor de Lenin, como algunos pretenden). Reconoció que la política socialista deriva de la experiencia de la clase obrera, y no de la «ciencia» y del exterior de la clase obrera (como sostenían Lenin y Karl Kautsky). Bakunin, como puede verse, era consciente de que las ideas socialistas procedían de la experiencia de la clase obrera y el objetivo de las organizaciones anarquistas era fomentar y ayudar al proceso por el que se hacían explícitas. De hecho, Bakunin (en su discusión sobre los males de la idea de dios) presenta un excelente resumen de por qué las ideas leninistas de vanguardismo siempre acaban creando la dictadura del partido en lugar del socialismo. Como él mismo dijo:
«Desde el momento en que se admite la inferioridad natural del hombre y su incapacidad fundamental para elevarse por su propio esfuerzo, sin ayuda de ninguna inspiración divina, a la comprensión de las ideas justas y verdaderas, es necesario admitir también todas las consecuencias teológicas, políticas y sociales de las religiones positivas. Desde el momento en que Dios, el ser supremo perfecto, se plantea cara a cara con la humanidad, los mediadores divinos, los elegidos, los inspirados de Dios surgen de la tierra para iluminar, dirigir y gobernar en su nombre al género humano». [Dios y el Estado, p. 37]
«En ¿Qué hay que hacer? Lenin argumentó que la «conciencia socialista solo podía ser traída a [los trabajadores] desde fuera... la clase obrera, exclusivamente por sus propios esfuerzos, es capaz de desarrollar solo la conciencia sindical» y que la «teoría del socialismo» fue desarrollada por «los representantes educados de las clases propietarias, los intelectuales» y, al hacerlo, sustituyó a Dios por el marxismo [The Essential Works of Lenin, p. 74] De ahí que los comentarios de Trotsky en el congreso del Partido Comunista de 1921 de que «el Partido [tiene] derecho a afirmar su dictadura incluso si esa dictadura choca temporalmente con los estados de ánimo pasajeros de la democracia obrera» y que está «obligado a mantener su dictadura... independientemente de las vacilaciones temporales incluso en la clase obrera» no son ninguna sorpresa [citado por M. Brinton, The Bolsheviks and Workers’ Control, p. 78]. No son más que las consecuencias lógicas y perversas del vanguardismo (y, por supuesto, es el Partido —defensor de la ideología correcta, del socialismo «científico»— el que determina lo que es un «estado de ánimo pasajero» o una «vacilación temporal», por lo que la dictadura es la consecuencia lógica del leninismo). Se puede reconocer fácilmente la validez del argumento de Bakunin. No es de extrañar que los anarquistas rechacen totalmente el concepto de vanguardismo.
¿Jerarquías secretas?
Habiendo demostrado que el papel de las organizaciones revolucionarias de Bakunin es drásticamente diferente al sugerido por las citas selectivas de los marxistas, debemos abordar dos cuestiones más. Una, la llamada naturaleza jerárquica de las organizaciones de Bakunin y, dos, su carácter secreto. Tomando la cuestión de la jerarquía en primer lugar, no podemos hacer nada mejor que citar el resumen de Richard B. Saltman sobre la organización interna de estos grupos:
«La ‘voluntad única’ de la asociación, escribió Bakunin, estaría determinada por ‘leyes’ que cada miembro ‘ayudara a crear’ o, como mínimo, ‘aprobara por igual’ de ‘mutuo acuerdo’. Este «conjunto definido de reglas» debía ser «renovado frecuentemente» en sesiones plenarias en las que cada miembro tenía el «deber de intentar hacer prevalecer su opinión», pero luego debía aceptar plenamente la decisión de la mayoría. Así, el «plan rigurosamente concebido y prescrito» de la asociación revolucionaria, aplicado bajo la «más estricta disciplina», debía ser en realidad «ni más ni menos que la expresión y el resultado directo del compromiso recíproco contraído por cada uno de los miembros hacia los demás». [The Social and Political Thought of Michael Bakunin, p. 115]
Aunque muchos anarquistas no estarían de acuerdo al cien por cien con esta configuración (aunque creemos que la mayoría de los partidarios de la «Plataforma» sí lo estarían) todos estarían de acuerdo en que no es jerárquica. En todo caso, parece de naturaleza bastante democrática. Además, los comentarios en las cartas de Bakunin a otros miembros de la Alianza apoyan el argumento de que sus asociaciones revolucionarias eran de naturaleza más democrática de lo que sugieren los marxistas. En una carta a un camarada español le encontramos sugiriendo que «todos los grupos [de la Alianza]... deberían... a partir de ahora aceptar nuevos miembros no por mayoría de votos, sino por unanimidad». En una carta a los miembros italianos de la IWMA argumentaba que en Ginebra la Alianza no recurría a «complots e intrigas secretas». Más bien:
«Todo se hacía a plena luz del día, abiertamente, para que todo el mundo lo viera... La Alianza celebraba reuniones semanales abiertas y se instaba a todos a participar en los debates... Se descartó el antiguo procedimiento en el que los miembros se sentaban y escuchaban pasivamente a los oradores que les hablaban desde su pedestal.
Se estableció que todas las reuniones se llevaran a cabo mediante discusiones informales de mesa redonda en las que todo el mundo se sintiera libre de participar: no para que les hablen, sino para intercambiar opiniones...». [Bakunin on Anarchism, p. 386, pp. 405-6]
Además, encontramos que Bakunin fue superado en las votaciones dentro de la Alianza, difícilmente lo que esperaríamos si fueran dictaduras de arriba abajo dirigidas por Bakunin (como afirman los marxistas). El historiador T.R. Ravindranathan indica que después de la fundación de la Alianza «Bakunin quería que la Alianza se convirtiera en una rama de la Internacional [Asociación de Trabajadores] y al mismo tiempo la preservara como una sociedad secreta. Los miembros italianos y algunos franceses querían que la Alianza fuera totalmente independiente de la AIT y se opusieron al secretismo de Bakunin. El punto de vista de Bakunin prevaleció en la primera cuestión, ya que consiguió convencer a la mayoría de los efectos perjudiciales de una rivalidad entre la Alianza y la Internacional. En la cuestión del secreto, cedió ante sus oponentes...» [Bakunin and the Italians, p. 83]
Estos comentarios y hechos sugieren que el cuadro pintado por los marxistas de Bakunin y sus sociedades secretas es algo defectuoso. Además, si Bakunin pretendía crear una organización centralizada y jerárquica, como afirman los marxistas, no hizo un buen trabajo. Lo encontramos quejándose de que la Alianza de Madrid se estaba disolviendo («La noticia de la disolución de la Alianza en España entristeció a Bakunin. Intentó que los españoles dieran marcha atrás en su decisión») y encontramos que mientras las secciones «bakuninistas» española y suiza de la AIT enviaron delegados a su infame congreso de La Haya, la sección «bakuninista» italiana no lo hizo (y estos votos «perdidos» pueden haber sido suficientes para socavar el congreso amañado). Por supuesto, los marxistas podrían argumentar que estos hechos muestran la naturaleza astuta de Bakunin, pero la explicación más obvia es que Bakunin no creó (ni deseaba crear) una organización jerárquica con él mismo en la cima. Como señala Juan Gómez Casa, la Alianza «no era un organismo obligatorio o autoritario... [E]n España actuó de forma independiente y se vio impulsada por situaciones puramente locales. La copiosa correspondencia entre Bakunin y sus amigos... estuvo en todo momento motivada por la idea de aconsejar, persuadir y aclarar. Nunca fue escrita con espíritu de mando, porque ese no era su estilo, ni habría sido aceptado como tal por sus asociados». Además, «no hay rastro ni sombra ni organización jerárquica en la carta de Bakunin a Mora... Por el contrario, Bakunin aconseja relaciones «directas» entre los camaradas españoles e italianos». Los camaradas españoles también escribieron un panfleto que «ridiculizaba la fábula de las órdenes del extranjero». [Anarchist Organisation: The History of the FAI, pp. 37-8, p.25 y p. 40] De hecho, como señala Max Nettlau, aquellos españoles que rompieron con la Alianza fueron persuadidos de su «organización jerárquica... no por su propia observación directa, sino por lo que les habían contado sobre la conducta de la organización en los países mencionados» (que incluía a Inglaterra, ¡donde nunca se ha registrado evidencia de ningún grupo de la Alianza!) [citado por Casa, Op. Cit., pp. 39-40].
Pasando a la segunda cuestión, la pregunta de por qué la organización revolucionaria debe ser secreta. Sencillamente porque, en la época del activismo de Bakunin, muchos estados eran monarquías despóticas, con pocos o ningún derecho civil. Como argumentaba, «nada más que una sociedad secreta querría asumir esto [suscitar una revolución], pues los intereses del gobierno y de las clases gubernamentales se opondrían amargamente a ello». [Michael Bakunin: Selected Writings, p. 188] Para sobrevivir, Bakunin consideraba que el secreto era esencial. Como señala Juan Gómez Casas, «[e]n vista de las dificultades de aquella época, Bakunin creía que los grupos secretos de hombres convencidos y de absoluta confianza eran más seguros y eficaces. Podrían ponerse a la cabeza de los acontecimientos en los momentos críticos, pero solo para inspirar y aclarar las cuestiones». [Op. Cit., p. 22] Incluso los marxistas, enfrentados a estados dictatoriales, se han organizado en secreto. Sin embargo, pocos anarquistas, si es que alguno, estarían de acuerdo con esta posición ahora, moldeada como estaba por las experiencias personales de Bakunin en la Rusia zarista y otros estados antiliberales (y no olvidemos que Bakunin había sido encarcelado en la prisión de Pedro y Pablo por sus actividades).
Esto no quiere decir que todas las ideas de Bakunin sobre el papel y la naturaleza de los grupos anarquistas sean aceptadas por los anarquistas de hoy. La mayoría de los anarquistas rechazarían los argumentos de Bakunin sobre el secreto y el amor a la conspiración, por ejemplo (particularmente porque el secreto no puede evitar generar una atmósfera de engaño y, potencialmente, de manipulación). Los anarquistas recuerdan que el anarquismo no surgió totalmente formado y completo de la cabeza de Bakunin (o de cualquier otro individuo). Más bien fue desarrollado a lo largo del tiempo y por muchos individuos, inspirados por muchas experiencias y movimientos diferentes. Por ello, los anarquistas reconocen que Bakunin era incoherente en algunos aspectos, como cabría esperar de un teórico que abre nuevos caminos, y esto se aplica a sus ideas sobre cómo deberían trabajar los grupos anarquistas dentro de los movimientos populares y el papel que deberían desempeñar. La mayoría de sus ideas son válidas, una vez que las ponemos en contexto, algunas no lo son. Los anarquistas adoptan las válidas y expresan su oposición a las inválidas.
En resumen, cualquier contradicción aparente (una contradicción que los marxistas se esfuerzan por mantener y utilizar para desacreditar el anarquismo pintando a Bakunin como un dictador de armario) entre el Bakunin «público» y el «privado» desaparece una vez que ponemos sus comentarios en contexto tanto dentro de las cartas que escribió como de su teoría política general. De hecho, más que promover una dictadura despótica sobre las masas, su concepto de «dictadura invisible» es muy similar al concepto de «liderazgo de las ideas» utilizado por muchos anarquistas. Como sostiene Brian Morris, quienes, como Hal Draper, sostienen que Bakunin estaba a favor del despotismo solo llegan a «estas conclusiones mediante una increíble distorsión de la sustancia de lo que Bakunin intentaba transmitir en sus cartas a Richard y Nechaev» y «[s]olo el erudito más crispado, o uno cegado por una antipatía extrema hacia Bakunin o el anarquismo, podría interpretar estas palabras como una indicación de que la concepción de Bakunin de una sociedad secreta implicaba una dictadura revolucionaria en el sentido jacobino, y aún menos un ‘despotismo'». [Bakunin: The Philosophy of Freedom, p. 144, p. 149]