Jaume Balius
En defensa propia. Necesito una aclaración
La polémica suscitada por las jornadas de mayo ha dado pie a una disputa algo encrespada. En el diálogo hemos intervenido los Amigos de Durruti y los Comités Regionales de la CNT y de la FAI amén de la Federación Local de Sindicatos Únicos.
Los camaradas responsables de Los Amigos de Durruti hemos dado un tono revolucionario a las discrepancias, rehuyendo el sentido personalista que por parte de algunos camaradas se le ha querido dar. En determinadas ocasiones casi se nos ha maltratado.
No voy a hacerme eco de versiones infamantes. Pero sí que no puedo silenciar que en torno de mi persona se ha forjado una leyenda de marxismo que desearía se rectificase.
En Fragua Social de Valencia, se ha afirmado que yo soy marxista. En otros voceros se ha recogido esta insinuación de Fragua Social y se ha sostenido que nuestra Agrupación era una amalgama de marxistas y otras raíces similares.
En un pleno de grupos anarquistas tuve que morderme los labios para no contestar a un camarada que recordaba que yo procedía de un campo político. Y también me resigné a escuchar de labios de otros asistente al pleno, que yo era un despechado.
Hace tiempo que desde Solidaridad Obrera se me dijo lo mismo. No hice caso. Más tarde, a propósito de la aparición de un semanario que dirigía E. Carbó, al que ayudaba como redactor, se me tachaba de la misma condición. Y en diversas ocasiones he tenido que ser motejado con el mismo epíteto.
Pregunto a los camaradas que tal insinuación han lanzado, ¿el por qué me llaman marxista? ¿Es por ventura que yo sea marxista, porque soy un enemigo acérrimo de los partidos políticos pequeños burgueses y de toda la gentuza que en nombre de la revolución se han lucrado y todavía se lucran a pesar de que se derrama la sangre a torrentes en los campos de batalla? ¿Se me llama marxista porque soy anticolaboracionista y porque comprendo que nuestra posición fortalece, tan sólo, a nuestros adversarios? ¿Se me llama marxista porque yo he tenido la franqueza de escribir y de llevar a la luz pública, lo que otros camaradas sólo se atreven a decir en las meses de café? ¿Por qué se me achaca tal condición? ¿Es debido a que yo en mayo consideré que debía llevarse adelante el movimiento hasta la total anulación de la Generalidad? ¿Será por mi criterio de que la sangre no ha de derramarse estérilmente y que cuando se exige el sacrificio a la clase trabajadora ha de ser para beneficiarse, pero no para perder posiciones? Necesito una aclaración. Es preciso que se me diga (si es que se me considera como un camarada) el por qué se me ha dicho marxista. No me refiero a la palabra de agente provocador porque sobre esto hay un compromiso firme de que ambas partes rectificarían los epítetos lanzados. Los amigos de Durruti en el pasado número rectificamos el concepto de traición, en aras de la unidad anarquista y revolucionaria. Y ESPERAMOS QUE LOS COMITÉS rectificarán el concepto de agentes provocadores. Es de justicia. Es para mí doloroso que en el momento actual que vivimos haya quien se atreva a llamarme marxista cuando yo podría refutar con argumentos incontrovertibles a quienes me enjuician con una expresión que está fuera de lugar. Yo que asisto a las asambleas de los sindicatos y que acudo a reuniones específicas, podría hablar de la pérdida de sentido de clase que he observado en diversas ocasiones. He oído decir que teníamos que hacer política (así, camaradas) en un sentido abstracto y casi nadie ha protestado. Yo que me he horrorizado ante un sinfín de casos se me llama marxista porque me siento revolucionario, cien por cien.
Es penoso hacerse la defensa propia. Pero mi pluma que ha defendido siempre con calor a la CNT y a la FAI, es justo y lógico, que un día sirva para defender mi honradez y mi vida propia. Voy a recordar unos pasajes de mi actuación.
A la vuelta de mi exilio de tierras francesas en la época de Primo de Rivera combatí a la Generalidad en un instante que podían enchufarme y desde entonces que defiendo a la CNT y a la FAI.
A pesar de estar casi paralítico he pasado por la cárcel y he ido esposado en una conducción a Madrid por defender con cariño y tesón a nuestras organizaciones, y por combatir a quienes eran antes amigos míos. ¿No es suficiente esto?
Siempre se me ha mirado con cierto recelo. Yo, camaradas, no he salido ni del taller ni de la fábrica. Procedo de una familia burguesa. Era estudiante de medicina. Y a través de la sala de disección, de los hospitales, de las cárceles y del destierro he ido superando mi procedencia hasta llegar a identificarme en absoluto con el proletariado.
¿Dónde está mi marxismo? ¿Será porque no he salido de una fábrica? ¿Qué culpa tengo yo que haya nacido en una mansión dorada? En cambio puedo afirmar que mi vida ha sido presidida por una absoluta honradez y que no me he lucrado nunca de nada. En una palabra, que no soy un aprovechado como hay tantos.
Ha llegado la hora de aclarar mi situación. No es bastante con decir que el asunto está zanjado. Es necesario que resplandezca la verdad. Por lo que a mí atañe, me dirijo a todos los camaradas que desde la prensa hayan lanzado tal afirmación a que me digan el por qué yo soy marxista.
No se trata de ventilar cuestiones personales. Es mi propia honradez la que está en litigio. Necesito una aclaración.