Jaume Balius
No es hora de confusionismos
A los treinta y tantos años de exilio es lamentable constatar que determinados grupos con etiquetas dispares practiquen el sofisma, el equivoco y los juegos de palabras o crucigramas.
Que el fantoche de Santiago Carrillo se dedique a cultivar la idiotez es cosa que no sorprende a nadie. Todavía se comenta y se recuerda, con asco, “lo de la hoz y el martillo en una mano y la cruz en la otra”. Posteriormente en Mundo Obrero, no puedo precisar si es el del chulo Lister o bien el del arzobispo Santiago Carrillo, preconiza una Alianza Antifascista en la que caben los fascistas arrepentidos “y cualquier quisque” con tal de hacer el juego al partido comunista. La noticia apareció en el diario Le Monde, de París, que al parecer tiene cierta debilidad por el Partido Comunista español, haciéndole una publicidad que de por sí es sospechosa.
Suponemos que se trata del Mundo Obrero de Carrillo, puesto que como anzuelo condena la matanza de trabajadores polacos por el equipo de Gomulka y condena también la ocupación de Checoslovaquia por los rusos. Estas añagazas no impresionan a nadie. Lo primero que debía haber hecho S. Carrillo, al cesar en la nómina del Kremlin, es lo de condenar los asesinatos de los militantes obreros españoles por los crápulas del Partido comunista, en el período de 1936-1939.
Para los que hemos presenciado la vesania comunista en el curso de la Revolución española no podemos ni queremos olvidar los crímenes ni las checas.
Durante el gobierno del comunistoide doctor Juan Negrín las cárceles estaban repletas de militantes obreros. Yo hablo porque estuve recluido en la primera galería de la cárcel Modelo de Barcelona. Esto se sitúa en mayo de 1937, después de las jornadas de mayo. Las aglomeraciones también estaban repletas. Los reclusos en su inmensa mayoría pertenecían a la CNT-FAI y Juventudes Libertarias. El resto pertenecía al POUM. También nos acompañaban un grupo de oficiales de la Escuela de guerra y quiero recordar que las Patrullas de Control y los Comités de Defensa se hallaban cuantiosamente representados en el antro de la calle de Entenza, sin olvidar los procesados por cementerios clandestinos.
Los manejos de los comunistas no transcienden más allá. El descrédito del marxismo autoritario es tal, que van perdiendo terreno a pasos agigantados.
Lo más preocupante es que haya grupos de tendencia libertaria que propugnen fórmulas de tipo ambiguo desprovistas de sentido libertario y revolucionario.
Se ha dicho, por ejemplo, que hemos de ofrecer una alternativa al actual estado de cosas imperante en España. Los anarquistas no tenemos como misión la de buscar un reemplazo al Estado fascista español. Nuestro deber como anarquistas es el de destruir la sociedad capitalista y su cúspide: el Estado.
No existe ninguna alternativa posible. No hay otra razón de existencia para nosotros: O bien seguimos defendiendo lo que siempre defendió la CNT en España prosiguiendo la gesta libertaria de los años treinta, o bien seremos sepultados por los acontecimientos que indudablemente se producirán en España, cuyo prólogo ha de situarse en las jornadas de diciembre de 1970.
[...] La experiencia vivida en España en el curso de la revolución no puede soslayarse y hemos de recoger las enseñanzas. Cuando en el término de la gloriosa batalla de Barcelona, en la que Buenaventura Durruti encabezaba el asalto de la Maestranza de Atarazanas al grito de “Viva la FAI”, se cometió el error de aceptar como árbitro a la Generalidad y como resultado inmediato nació el espíritu colaboracionista, siendo así que la calle era nuestra. Luego participamos en el gobierno central, prestando cuatro ministros. Nos codeábamos con los stalinistas, adversarios irreductibles, y compartíamos las labores gubernamentales con los sectores que se denominaban democráticos. Pues bien, los sectores democráticos, respaldaron a los stalinistas en las agresiones contra la CNT. ¡Y no olvidemos mayo de 1937! Tuvimos en contra a todos los que formaban el frente antifascista. [...]
El confusionismo es propio de la contrarrevolución.
En esta hora preñada de grandes promesas, con un pueblo magnífico, como es nuestro pueblo, sepamos estar a la altura de las circunstancias, no repitiendo los errores pasados.