Johann Most
¿Cuándo se halla el pueblo “preparado” para la libertad?
“¡Aún no, falta mucho!” han respondido desde siempre todos los sinvergüenzas del mundo. En este sentido, hoy en día las cosas no mejoraron ni empeoraron mucho, pues nos encontramos con gente que comparte ese sentimiento, aunque se comporta como si trabajara en favor de la mayor felicidad humana.
Se entiende fácilmente que algún príncipe coronado, u otro tipo de personaje similar, declare que el pueblo no está “preparado” para la libertad; después de todo, si dijera lo contrario, estaría reconociendo su propia inutilidad y estaría firmando su propia sentencia de muerte.
Como no pueden renunciar a su propia existencia, no hay aristócrata, burócrata, abogado ni mandarín del gobierno o de la “ley”, que pueda admitir que el pueblo esté “preparado”. Es verdad que un refrán nos enseña que el mundo está regido con muy poca sabiduría, pero por estúpidos que puedan ser, esos holgazanes del Estado aún son suficientemente listos para advertir que un pueblo apto para la libertad rápidamente pondrá término a su esclavitud.
Todos los predicadores clericales y literatos, cuya existencia de hecho depende enteramente de seguir siendo guardianes del pueblo, siempre se esforzarán al máximo en aturdir la razón humana con charlatanerías sobre la Biblia y el Talmud, con periódicos falaces y basura teatral, con sofismas y novelas baratas, con falsificaciones historiográficas y porquerías filosóficas, en fin, con cientos y cientos de diversas tonterías, para poder sacar a relucir la cantinela de la “inmadurez” del pueblo.
Aunque se pueda leer la estupidez en sus rostros, todos los filisteos de caras regordetas, en su condición de parásitos explotadores y ladrones protegidos por el Estado, se sienten tan felices como cerdos en el lodo ante la falta de libertad; y naturalmente se frotan las manos de alegría y aprobación cuando sus voceros de los púlpitos, los atriles, las oficinas y los estrados procuran demostrar al pueblo que aún no está “preparado” para la libertad, y que por lo tanto debe ser estafado, saqueado y esquilmado.
El hombre medio de la calle tendría algo de mono o loro. Esto explica por qué cientos de miles van por ahí degollándose unos a otros para probar lo que esas astutas mentes maquinadoras ya han proclamado. Somos muy estúpidos para la libertad; ¡ay! Qué increíblemente estúpidos somos.
Todo eso es perfectamente comprensible. Sin embargo, lo que no puede comprenderse es que personas que se presentan a sí mismas como defensoras del proletariado levanten esta vetusta leyenda de la “incapacidad” del pueblo y su subsecuente conclusión de que está momentáneamente imposibilitado para adquirir su libertad.
¿Es ello sólo ignorancia o un crimen deliberado?
Dejemos que esta gente hable por sí misma y mostrará con suficiente claridad y distinción, tanto en sus discursos orales como escritos, lo siguiente:
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Que la sociedad moderna conlleva en sí misma su propia destrucción.
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Que una de las consecuencias más terribles del sistema actual es el creciente deterioro de amplios sectores de la población, su enervación física y su desmoralización espiritual.
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Que la actual situación de esclavitud será sucedida por una situación de libertad.
En otras palabras, lo que están diciendo es esto: en primer lugar, que la sociedad que ahora tenemos se encamina hacia un colapso inevitable, y en segundo lugar, que la miseria del pueblo crece constantemente, más y más, cuanto más dura el estado actual de cosas (es decir, el pueblo resulta cada vez menos “preparado” para la libertad).
Por lo tanto y a pesar de sus dichos, cuando aquellos filósofos exclaman con variada modulación que el pueblo aún no está “maduro” para la libertad, deberían reconocer, según su propia doctrina, que esa “madurez” faltará cada vez más.
¿Acaso esa gente es incapaz de sacar la conclusión resultante de su propio pensamiento? Si este fuera el caso, serían unos cabezas-huecas y, cuando menos, no estarían ellos lo suficientemente “maduros” para instituirse a sí mismos como educadores del pueblo. ¿O su lógica paralítica es perfectamente clara para ellos y su propósito es danzar con muletas para prostituir al pueblo? Si el caso fuera éste, entonces serían canallas criminales.
Se oye un alegato compungido: “¡Momento! Nosotros hemos encontrado el modo de contrarrestar los efectos corruptores del capitalismo y de preparar al pueblo para su libertad. Nosotros ilustramos”. ¡Todo eso está muy bien! Pero ¿quién les ha dicho que la velocidad con que evolucionan las cosas les dará el tiempo suficiente para realizar la consabida ilustración de manera sistemática? Ustedes mismos descreen de esa clase de magia.
Bueno, ¿qué es lo que quieren ustedes?
Nosotros provocamos; avivamos el fuego de la revolución para incitar la rebelión del pueblo de todos los modos posibles. El pueblo siempre ha estado “preparado” para la libertad; simplemente le ha faltado el coraje de reclamarla por sí mismo.
Estamos convencidos de que la necesidad es y seguirá siendo el principal factor en la lucha por la libertad, y que por lo tanto cientos de miles de hombres y mujeres aparecerán en escena a tiempo como luchadores por la libertad sin haber escuchado nuestro llamado a las armas; y nos contentamos con constituir lo que hemos llegado a ser ahora: una suerte de esclusas que podrán servir para orientar hacia canales prácticos el flujo natural de la lava de la revolución social.
Como ha ocurrido siempre en todos los grandes cataclismos sociales, la “preparación” del pueblo se revelará por sí misma en toda su majestuosidad al momento del conflicto, ni antes, ni después.
Y entonces, también como siempre ha ocurrido, se hará evidente que no será la teorética e “ilustrada” erudición la que pueda proveer de un fundamento sólido a la decadente sociedad, sino esas mismas fuerzas milagrosas surgidas de la necesidad. Progenie práctica de la naturaleza que, hasta ese momento, existía tranquila y modestamente, llega inesperadamente a tomar medidas que ningún filósofo del mundo habría soñado en cien años. La preparación para la libertad queda entonces acreditada recurrentemente y de la manera más asombrosa.
Por lo tanto, todo socialista que sostenga que el pueblo aún no está “preparado” para la libertad sólo está dando muestra de una monstruosa idiotez.
Cualquiera que no se cuente entre los explotadores se queja de que otros son privilegiados. Es más que evidente que por todos lados el pueblo está insatisfecho con la suerte que le toca. Y si aún no sabe qué orden habrá de reemplazar al actual, lo descubrirá en el momento en que se actúe prácticamente en ese sentido; es decir: inmediatamente.