Peter Gelderloos
Los fascistas son instrumentos del Estado
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El Fascismo se extiende en muchos países industriales y post-coloniales, y existe en forma de nacionalismo extremo, neo-nazismo, o algún otro autoritarismo extremo. En casi todos los casos, los comunes y corrientes de los movimientos fascistas tienden a ser miembros desposeídos de un grupo privilegiado en la sociedad (p.ej. blancos pobres). En la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los alemanes de clase trabajadora estaban empobrecidos por la Depresión, en contraste con su auto-imagen de nación rica y poderosa. En la Alemania moderna, los partidos políticos neo-nazi obtienen la mayor parte de los votos, con frecuencia más del 10% del total, en estados donde el desempleo es mayor. En los EE.UU., los blancos pobres del sur que no disfrutan de la riqueza prometida a las personas blancas de la nación más rica en la tierra, con frecuencia se unen al Ku Klux Klan. En Ruanda, los Hutus, empobrecidos y en gran necesidad de tierra, expresaron su deseo de más riqueza y poder identificándose con la etnia mayoritaria, uniéndose a los partidos fascistas Hutu responsables del genocidio. Hubo un movimiento fascista similar entre los Hindúes en India, aseverando su poder como etnia mayoritaria. Así, el fascismo puede ser visto como una respuesta al desempoderamiento y a las promesas incumplidas de privilegio.
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El Fascismo puede también ser visto como un fenómeno de élite, un movimiento de caballeros. El partido Nazi Alemán incluía a muchos de los industrialistas más ricos, los fascistas españoles tras Franco eran una alianza de generales, la aristocracia terrateniente, y líderes de iglesia, mientras que Mussolini dijo que el fascismo debía ser llamado mejor “corporativismo” puesto que es la mezcla del poder del Estado y el poder corporativo. En los EE.UU., el KKK era originalmente un club de caballeros, y antes de la Segunda Guerra, los industrialistas más ricos (Hearst, Rockefeller, Ford, DuPont, Morgan) apoyaron a los fascistas en Europa. Actualmente en los EE.UU., muchos conservadores de élite apoyan al grupo anti-inmigración Minutemen y a otros grupos cripto-fascistas. El Fascismo está ligado especialmente a los sectores conservadores de la élite que temen que a las estrategias expansivas de la élite progresista les salga el tiro por la culata y desestabilicen todo el sistema. En estas manifestaciones, el fascismo es un modo en que la élite preserva la moral tradicional, fortalece la jerarquía social, y se defiende contra la actividad revolucionaria entre las clases inferiores.
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Las ideas básicas comunes al fascismo (a: anti-inmigración, b: pureza racial, c: supremacía blanca, d: empoderamiento político a través del nacionalismo, e: las ideas Darwinistas sociales de la “supervivencia del más apto,” f: anti-Semitismo) son todas vacías e incorrectas. A: La anti-inmigración es hipócrita. Los partidos políticos anti-inmigración en los EE.UU. y la Unión Europea en general apoyaron los mismos tratados de libre comercio y guerras (e.g. NAFTA, la guerra civil en El Salvador) que son la causa de gran parte de la inmigración, y sus economías dependen del trabajo de inmigrantes (la agricultura de EE.UU. y la industria de la construcción colapsarían de la noche a la mañana sin el trabajo de inmigrantes). Los gobiernos europeos que están supuestamente preocupados de proteger sus culturas contra los inmigrantes son generalmente los mismos que colonizaron los países de donde éstos vienen; no tuvieron problema alguno en llevar su cultura al país de otros, y tampoco hacen algo por detener la “contaminación cultural” de McDonalds y MTV. B: En cuanto a la pureza racial, la idea no tiene base científica alguna, y de hecho la raza es una generalización arbitraria. No hay peligro en la reproducción interracial, de hecho un acervo génico diverso es mucho más saludable que uno homogéneo, y ningún grupo étnico es en realidad “puro.” Todos en realidad venimos de los mismos ancestros y nos hemos mezclado desde el comienzo. C: La supremacía blanca también es una mentira sin base en los hechos más que la cruda (y fabricada) pseudo-ciencia de la medición de cráneos que se llevó a cabo en el siglo 19. D: El Nacionalismo es una mentira descarada: las élites política y económica están constantemente haciendo tratos con otros países y enriqueciéndose mientras enseñan a sus ciegos seguidores a odiar a las personas de otros países, dividiendo así a las clases bajas. Ondear la bandera y amar la nación le da poder al gobierno, y esto es lo opuesto a darle el poder a las personas. Ridículamente, los nacionalistas creen que serán libres si sus carceleros se ven igual y hablan el mismo idioma que ellos. E: El Darwinismo Social —la idea de la “supervivencia del más apto” enaltecida como sistema político— tiene nada que ver con el Darwinismo científico. De hecho, Darwin nunca utilizó la frase “supervivencia del más apto,” y descubrió que las especies sobreviven adaptándose a la naturaleza, no declarándole la guerra. Los humanos malgastan sus mayores ventajas evolutivas —las habilidades de comunicación y de pensar creativamente— conformándose a estrictas jerarquías sociales que no tienen base natural real alguna. F: En cuanto al anti-semitismo, en la Edad Media, los mismos que asesinaron judíos les pusieron en el rol de prestamistas y dependían de ellos. En el siglo 20, los capitalistas anti-semitas afirmaron que los judíos eran parte de la “conspiración bolchevique internacional” mientras los anti-semitas anti-capitalistas dijeron que los judíos eran parte de una conspiración de banqueros y capitalistas. Claramente, los fascistas simplemente usan a los judíos para cuando sea que requieran culpar a alguien.
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Tantos fascistas y neo-nazis no podrían seguir creyendo tales ideas estúpidas y sin base a menos que su odio sirviese a un propósito importante. Claramente, no podemos tomar las ideas fascistas en serio, pero debemos tomar a los fascistas mismos en serio, por todos los asesinatos, la violencia social, y la intimidación de los que son responsables. Entonces, si el fascismo es útil, debemos preguntar: ¿para quién es útil? El ejemplo anterior del anti-semitismo ofrece una pista. El fascismo provee de un chivo expiatorio. El fascismo alienta a los miembros pobres del grupo dominante (p.ej., blancos pobres o cristianos pobres) a odiar a algún otro grupo, de manera que su real enemigo esté a salvo. Los pobres tienen buenas razones para odiar a los ricos. Si los judíos pueden sustituir a los ricos (como parte de alguna conspiración internacional de banqueros), entonces los pobres odiarán a los judíos, y al judaísmo, en vez de odiar a los ricos, y al capitalismo. Cuando esto ocurre, la élite puede sonreír y estar en paz: están a salvo de la ira de aquellos a quienes explotan. El odio del fascismo también apunta a grupos oprimidos. En la historia de los EE.UU. esto quiere decir a los negros, a los nativos americanos, y a los inmigrantes latinos. Los blancos pobres deben tomar parte en explotar a las clases inferiores (en los días de la esclavitud generalmente ellos tenían el látigo). De acuerdo a la mitología de la supremacía blanca, se supone que todos los blancos son superiores (inclusive en términos de riqueza y poder). El fascismo le enseña a los blancos pobres y sin poder a culpar y odiar a los negros y a los inmigrantes (por “causar el crimen” o “acaparar nuestros empleos”) en vez de a su real enemigo, la élite. Este odio crea además una distancia psicológica que les hace más fácil a unos oprimir a las personas de color, y más difícil a los otros unirse. Son los blancos ricos, los capitalistas y la élite gobernante, quienes se enriquecen gracias a la esclavitud, el empleo inmigrante, y otras formas de explotación, pero son los blancos de clase trabajadora quienes deben asumir el rol de policía. Obtienen poco beneficio material, pero se engañan con beneficios psicológicos, pretendiendo ser poderosos y superiores como miembros de una raza blanca mítica. Los blancos ricos se pueden reír todo el camino hasta el banco de que han vuelto a tantos blancos de clase trabajadora sus instrumentos tan fácil, y por tan poco.
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Si es que es correcto que las élites son las beneficiadas con el fascismo, entonces debiésemos poder encontrar evidencias de apoyo al fascismo por parte de éstas. Y de hecho podemos. Muchos gobiernos de la Unión Europea fomentan la idea de “pureza cultural” y de proteger la cultura superior europea de la “polución” de la inmigración, sometiendo a los inmigrantes a aprobar exámenes culturales. Los medios corporativos (propiedad de las élites) en la UE y los EE.UU. tratan el asunto de la inmigración de un modo en que por seguro fomenten la ignorancia y el miedo. Por ejemplo, rara vez dan el contexto de por qué las personas inmigran, las corporaciones y guerras de quién han destruido sus tierras de origen. Rara vez mencionan el hecho de que las economías Europeas y de los EE.UU. colapsarían sin la labor de los inmigrantes, de que los consumidores blancos dependen de la mano de obra barata y de las importaciones baratas (fruta, vestimenta, computadores, teléfonos celulares, etc.) de los inmigrantes y de los países de los que vienen. Y en los EE.UU., los miembros de la élite dan grandes apoyos financieros a los grupos fascistas más respetables (especialmente a los cristianos fundamentalistas). George W. Bush ha sido incluso exitoso (como lo fue Reagan) en dar dineros gubernamentales a tales grupos. En países como Italia, Polonia, Ucrania, y Rusia también es fácil hallar evidencias de que el gobierno o la iglesia otorguen apoyo ideológico o material a fascistas. Claramente, la élite alimenta los miedos y la ignorancia para darle un cimiento al fascismo.
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¿Qué obtiene la élite a cambio del fascismo? Mucho. Los instrumentos fascistas no desilusionan a sus amos de la élite. Los fascistas ayudan a distraer a las clases bajas culpando de los problemas de la élite (pobreza, desempoderamiento, globalización corporativa) a un chivo expiatorio, como por ejemplo a los inmigrantes. Los disturbios en Hungría el 2006 son un ejemplo perfecto. Las personas estaban tan molestas con las horribles condiciones que salieron a las calles, combatieron a la policía, y ocuparon la estación estatal de televisión, ¡pero esta no era ninguna revolución! Las multitudes estaban dominadas por ideologías fascistas, de modo que de cara a la explotación capitalista (que empeoró después que el gobierno se unió a la UE) culparon en vez a las personas más pobres que ellos — inmigrantes; atacaron una sinagoga, y se desviaron hacia una fantasía de una historia húngara idílica, de hace cientos de años, aún cuando la mayoría de los responsables de sus problemas eran también húngaros. Los fascistas dividen a las clases bajas, haciéndoles pelear entre sí, y creando el odio y la distancia que le hacen fácil a los blancos y cristianos oprimir y explotar a personas de color, musulmanes, etc. Así, protegen a la élite de la revolución.
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Algunos fascistas (inspirados por el “nacional socialismo” de Hitler) son más conscientemente anti-capitalistas, o creen que lo son. Estos extremistas también son útiles para la élite, aún cuando éstos odien generalmente a los gobiernos de los que son instrumentos. Primero, hacen que toda potencial revolución anti-capitalista sea menos efectiva al dividir a las clases bajas, y al poner énfasis en la raza. Debido a que confunden la naturaleza real del capitalismo terminan por apoyar un capitalismo nacional (como mucho esto solo implicará mayor control gubernamental, similar al “socialismo” de Hitler o Lenin). Segundo, como extremistas que pretenden ser revolucionarios, reservan mucho de su odio a los comunistas, a los anti-fascistas, y a los anarquistas. Los comunistas autoritarios son tal como otra secta de fascistas en competencia, y una vez en el poder han demostrado tener la voluntad de utilizar los mismos métodos para purgar o purificar su país. Los fascistas de derecha o de izquierda podrán pelear, pero al final tienen mucho en común (como vemos en el tratado de Lenin con los austro-alemanes, el tratado nazi-soviético, y más recientemente el surgimiento de los “nacional-bolcheviques” fascistas y el apoyo del Partido Comunista a la Federación Rusa para el xenofóbico Movimiento Contra la Inmigración Ilegal). Los anarquistas, por otro lado, quieren abolir todo poder político, así que representan una amenaza sin compromisos para la élite. No es coincidencia que los fascistas no tengan compromisos en su asalto contra los anarquistas. Los fascistas han atacado e incluso asesinado a anarquistas en toda Europa y en los EE.UU. En algunas partes de la Europa Oriental, los anarquistas apenas pueden organizar un concierto a beneficio, por la certeza de ataques fascistas. De este modo, los fascistas funcionan como fuerza paramilitar para el Estado. En los EE.UU., el FBI (la policía federal) se ha infiltrado por largo tiempo en el KKK y otros grupos supremacistas blancos, usándoles para ataques contra los negros radicales, como en la Masacre de Greensboro; en Italia durante la “Estrategia de Tensión” en la década de 1970, los servicios de inteligencia utilizaron a grupos fascistas para asesinar izquierdistas, o para hacer explotar bombas en zonas concurridas y culpar a las Brigadas Rojas; en Moscú en el 2006, los neo-nazis lucharon junto a la policía para atacar al desfile del Orgullo Gay.
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Aparte de proveer este servicio constante, los fascistas son útiles instrumentos del Estado porque la élite y la burguesía puede usar una revuelta fascista para salvarse de una verdadera revolución de las clases bajas. Aunque el fascismo pueda derrocar a un gobierno en particular, el gobierno es solo una herramienta de la élite. En Italia, después que los terratenientes, los líderes de la iglesia, y los dueños de las fábricas vieron que les iba tan bien bajo Mussolini, la burguesía de todas partes comprendió que el fascismo les podía salvar de la revolución. Esto condujo a que la élite en España apoyara el golpe fascista de Franco, para salvarse del creciente movimiento anarquista.
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El fascismo no es ni anti-autoritario ni anti-capitalista, así que la élite capitalista estará protegida con el fascismo. Incluso los fascistas que son anti-ricos y anti-globalización, que creen que son “nacional-socialistas” anti-capitalistas ponen su nacionalismo antes que nada, es decir, serán controlados fácilmente por los capitalistas de su propia nacionalidad. Se han privado a sí mismos del arma de la solidaridad al separarse de las personas de otras naciones. Los gobiernos nacionalistas que se han ganado el apoyo de los fascistas sostienen las desigualdades capitalistas y siguen facilitando la globalización — el único problema es que distraen a todos de los mismos problemas de siempre al ondear la bandera, desplegando una guerra contra un país más débil, o culpando a alguna minoría. Pero los problemas de la pobreza y el desempoderamiento continúan. Así, los fascista que creen que están “defendiendo a la nación” o “fortaleciendo a su gente” están en realidad simplemente lamiendo botas. Están pidiendo ser controlados por líderes de la misma nacionalidad, están jurando ciegamente lealtad a una élite que les consentirá en sus nimios prejuicios, y están asegurando que su explotación y falta de poder continúen.
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Muchos fascistas (particularmente los neo-nazis) basan muchas de sus críticas a los problemas sociales en la raza. Pero es importante comprender que en términos científicos, la raza no existe. Algunas personas son más claras que otras, otras más oscuras, pero no hay líneas claras, y todos tienen herencia mixta. En términos de la genética, hay por lejos más diversidad dentro de una misma “raza” de lo que hay diferencia entre los promedios de las diversas razas (es decir, tus genes podrían fácilmente ser más parecidos a los de alguien de otra raza que de alguien de tu misma raza). La raza es una invención social. La idea no existía hasta que Europa comenzó su fase colonial. Una vez que comenzaron a esclavizar a los africanos, a colonizar a los asiáticos, y a exterminar a los nativos americanos, la élite europea comenzó a hablar en términos de raza para separarse y embaucar a los europeos de clase baja para que cumpliesen el rol de policía y cooperasen con la explotación de los más oprimidos. En las primeras colonias americanas, la clase gobernante tuvo que imponer rápidamente leyes contra el matrimonio de blancos con africanos o vivir con nativos americanos, puesto que en varias ocasiones los europeos de clase baja se unieron a los colonizados en la rebelión, o se fueron a vivir con ellos (hallando más libertad en aquellas sociedades).
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El capitalismo y el Estado siempre producirán resentimiento y rebelión. Las personas no gustan ser controladas, ni explotadas. El racismo y el autoritarismo del Estado provocarán que algunos descontentos culpen a los chivos expiatorios y que se aferren a ideales fascistas de rebelión. La propaganda directa del Estado asegura el crecimiento del fascismo en las poblaciones de desposeídos. Por ende, mientras exista el Estado, el fascismo es inevitable. Aquellos que se oponen al fascismo deben apoyar la revolución antiautoritaria. (La revolución autoritaria no es la respuesta, porque el Estado es una herramienta de dominación, y aunque pueda ser retirado de las manos de una clase capitalista en particular, convertirá a aquellos que lo detentan en una nueva clase de élite similar. Después de todo, las revoluciones autoritarias de izquierda desembocaron en gobiernos como la URSS, similares de muchas maneras a los Estados fascistas). Pero si hay un movimiento fascista fuerte, la revolución se hace difícil o imposible, por la habilidad de los fascistas de dividir a las clases bajas y de atacar a los revolucionarios.
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Por lo tanto, las personas que se oponen al fascismo deben atacar al gobierno y al capitalismo como sus causas, mientras se trata al fascismo como un síntoma agresivo y discapacitante. Los anti-fascistas sin crítica alguna al capitalismo o al Estado están peleando una batalla a perdedor, porque confunden la causa con el efecto. Los fascistas no salen de ninguna parte. Son alentados por el Estado, y se apoyan en la rabia producida por el capitalismo. El fascismo no puede ser vencido simplemente golpeando fascistas (aunque a corto plazo la auto-defensa es ciertamente necesaria). Después de todo, los fascistas reclutan con frecuencia desde la población pobre, que podría apoyar a la verdadera revolución anti-capitalista si pudiesen ser educados para ver más allá de la xenofobia y el racismo.
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Entonces, para derrotar al fascismo necesitamos crear un movimiento anti-capitalista que además sea anti-autoritario. Y tal movimiento necesita pertenecer a las personas de todos los colores y naciones, capaces de solidaridad internacional. Pero renunciar a las divisiones nacionales/étnicas de los fascistas no significa ignorar las divisiones que sí existen en la sociedad. Son los liberales quienes adoptan el acercamiento “daltónico” al racismo. No hay diferencias inherentes entre las personas con distinto color de piel — en este sentido somos todos iguales. Pero sí hay diferencias en nuestras culturas e historias. Hace gran diferencia si la sociedad te ha tratado a tí y a tus ancestros como sub-humanos. Los sistemas de privilegio y opresión siguen dividiéndonos, aún cuando tenemos buenas intenciones. Con frecuencia, los blancos anti-fascistas ignoran estas divisiones y se incapacitan para trabajar con personas de color aferrándose a sus privilegios o cegándose a las diferencias reales de necesidades, historias, y consecuencias de los actos (p.ej., cuán duro reaccionará la policía con distintas personas en base al color de su piel). Esta es una razón por la que los movimientos “anti-fascistas” en toda Europa y los EE.UU. son casi por completo blancos, excluyendo en efecto a personas de color e inmigrantes. Superar la supremacía blanca es tan importante como superar el capitalismo, y ser daltónico al punto de solo ver la economía es una manera en que las personas blancas dividen el movimiento (muchas personas de color no querrán trabajar con blancos que minimizan los problemas de largo alcance de la supremacía blanca). Las personas blancas deben además encontrar sus propias razones para luchar contra el sistema alienante de la supremacía. En vez de ignorarla, ver cómo hiere y limita sus propias identidades puede ayudarles a volverse mejores aliados para las personas de color que son las más obviamente heridas por el racismo. Superar la segregación que irónicamente acosa a los antifascistas no significa que los antifascistas blancos inviten a activistas inmigrantes y de color a entrar a su movimiento. Por el contrario, significa que los anti-fascistas deben comprender cómo pueden ser ellos mejores aliados para aquellos que sufren del fascismo más directamente; y significa además que necesitan asumir la responsabilidad por, en vez de desconocer, aquellos blancos que han sido despistados por el racismo para volverse una base para el fascismo, y educarles. Por lo tanto, los pasos inmediatos hacia la construcción de un movimiento capaz de destruir al fascismo en su raíz son comprender cómo nuestra sociedad se alimenta del fascismo y aprender dónde obstruir este proceso; comprender que los privilegiados y los oprimidos experimentan el fascismo y la resistencia de forma distinta, y reunir estas comprensiones en un espíritu de asistencia mutua; y dirigir la rabia de las personas insultadas a diario por la explotación y la autoridad lejos de los chivos expiatorios y hacia los objetivos que lo merecen: el capitalismo y el Estado.