Petr Ryabov
Anarquismo contemporáneo, la correlación entre las teorías y las prácticas (la visión crítica)
Hay dos preguntas para discutir:
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¿La práctica anarquista contemporánea tiene lo suficiente de su teoría?
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¿Es actual y relevante la teoría anarquista clásica para hoy?
Por la brevedad y la conveniencia, formulo mi posición en tres tesis y en una forma extremadamente aguda y provocativa y luego os doy unas pequeñas explicaciones.
Entonces, la tesis primera. Los desafíos catastróficos de nuestro tiempo no solo no reciben ninguna respuesta de personas con mentalidad anarquista, sino que la mayoría de las veces, simplemente no se reflejan en ellos. La realidad no quiere saber nada sobre nosotros y nuestro anarquismo, porque no queremos saber nada sobre la realidad. (Para ser justo, tengo que notar que por varias razones lo mismo es aplicable a casi todas las corrientes del pensamiento: desde el liberalismo hasta el conservadurismo y el socialismo de estado, porque está conectado con la situación general de la época intemporal, el fin de la modernidad, el colapso de todas las Grande Ideas, Utopías, Ideologías. Eso solo en sí mismo podemos marcar como un síntoma de una catástrofe civilizatoria, pero más sobre eso por separado, más adelante).
En el pasado, en su época heroica, el anarquismo era fuerte por su integración en la cultura, por su conexión con las masas (campesinos, trabajadores, movimientos religiosos populares, etc.), así como con el arte, la ciencia, la poesía, la filosofía, la religión. Eran fuertes la amplitud de su sueño y la naturaleza fundamental de sus raíces sociales. Ahora hay una falta catastrófica de la teoría anarquista. Se falta no solo la repetición de esquemas viejos, mitologías e ideologías en una nueva manera. Hay una necesidad de su renovación radical. Los anarquistas militantes descuidan casi por completo la teoría, su estudio y desarrollo. Ellos se dejan en:
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una subcultura hermética
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un activismo estúpido y sin pensar
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una repetición ritual de unos eslóganes viejos.
Por lo tanto, el discurso libertario casi no está presente en la conciencia pública.
Para la mayoría de los militantes, el activismo es una forma de resolver sus problemas psicológicos personales (como la autoafirmación), algo ritual que no está incluido en ninguna estrategia u óptica de una visión general del mundo. A veces aparecen unos vislumbres de rebelión individual, unas chispas de protesta existencial, pero todo eso sin la capacidad de pensar sistemáticamente, soñar globalmente, construir una visión del mundo y una estrategia. Hay unas prácticas libertarias separadas, pero están poco reconocidas, no son consistentes, se mezclan con elementos de conciencia autoritaria y, por lo tanto, están condenadas al fracaso. La práctica (que es mínima) y la teoría (que es casi ausente y reemplazada por fraseología e historia) están completamente fragmentadas entre sí y existen como en unos mundos distintos. No hay ni reflexión, ni sentido. Nuestras actividades, en su mayor parte, tienen un carácter situacional, no crítico, no reflexivo, una reacción a algún tipo de atrocidades de las autoridades. Es decir, hay práctica, pero tiene un carácter miserable y dispar, está en completo aislada de la teoría.
La teoría es aún peor. Si una práctica que hay, pero es insuficiente, entonces la teoría se reemplaza por hechizos de hace cien años, excursiones históricas, frases hermosas, expresiones rituales de palabras que ahora no tienen sentido. Quisiera pronunciar unas palabras ardientes en defensa de la necesidad de la teoría y en defensa de la necesidad de unir la teoría y la práctica. Repito, ahora los anarquistas están muy débilmente conectados con la vida cultural, científica y filosófica, son muy débiles para comprender el mundo que nos rodea. Están poco desarrolladas la curiosidad, la capacidad de pensar con la cabeza (y no es repetir clichés memorizados). Pocas personas conocen el placer de una “teoría” pura y desinteresada (que en griego significa “contemplación”). Y eso es una de las principales causas de nuestros problemas. La mayoría de los anarquistas se caracterizan por una subcultura presumida o por limitarse en el activismo situacional, a menudo fragmentado y sin sentido. La teoría ha sido reemplazada por unas frases o por la historia.
Lo sucedió tan inicialmente. Sabemos que en Rusia, el movimiento anarquista de la época de la Perestroika fue iniciado principalmente por los historiadores. Y esto es lógico: era necesario demostrar que no fuéramos unos payasos, que Bakunin tenía razón en la disputa con Marx, que Makhno no era un gángster, etc. Pero han pasado veinte años. ¿Dónde están los escritores anarquistas, poetas, artistas, dramaturgos, filósofos, economistas, antropólogos, sociólogos, historiadores? Bueno, hay historiadores, y todos los demás son culturólogos, ecologistas... Todo está muy mal desde este punto de vista. Sí, que hay unas prácticas dispares, unos impulsos rebeldes separados, unos intentos de autoorganización, pero quiero señalar resumiendo mi primera tesis global, una casi completa falta de interés entre las personas que piensan libremente en problemas filosóficos, problemas teóricos, una separación completa entre la teoría y la práctica, entre unas pocas prácticas y una ausencia casi completa de la teoría.
Tenemos que notar amargamente que hoy casi no tenemos nuevos pensadores anarquistas significativos, los teóricos que puedan desarrollar una cosmovisión anarquista (en toda Rusia, en el mejor de los casos, conozco a una de esas personas, y esto, por supuesto, no lo soy, ni uno de los presentes), pero incluso los practicantes militantes (también unos pocos) tienen muy poco interés en esto, como si la gente hubiera olvidado cómo leer, pensar y debatir. Se considera que la teoría es algo innecesario, redundante, un lujo y casi un motivo de orgullo para los anarquistas. Es el reconocimiento de su propia ignorancia y la ausencia de convicciones bien pensadas. Es decir (recordando el conocido eslogan) podemos actuar localmente en algunos lugares y de alguna manera, ¡pero no podemos pensar globalmente! Las razones para esto pueden ser expresadas por los participantes posteriores. Tal vez estén de acuerdo, tal vez no.
Pero mi presentación es sencilla, es extremadamente dura para provocar las discusiones.
La segunda tesis. Por supuesto, el anarquismo es eterno como el deseo de las personas de auto-organizarse, la solidaridad, la libertad, el poder de superar la alienación. Mientras las personas sean humanos, todas estas cosas son eternas. (Hablamos de los cínicos, los taoístas en la antigüedad como los primeros anarquistas, etc.) Pero tan pronto como pasamos a los detalles del anarquismo, no a estos ideales elevados y eternos, sino a la creación de la era moderna que surgió a fines del siglo XIX, al principio del siglo XX, como un “-ismo”, si lo deseáis, como una especie de “ideología” partidaria, se estrelló junto con la era de la modernidad. Y aferrarse a ella en su forma anterior es alejarse de la realidad, es no querer saber lo que está sucediendo en el mundo, es encerrarse en una conveniente subcultura, unas frases, unas historias, unos dogmas. Esto debe ser sentido, realizado y superado. Amo mucho a Bakunin, tengo un gran respeto a Kropotkin y Proudhon, pero el mundo ha cambiado mucho durante este tiempo. Es absolutamente necesario realizar los esfuerzos para comprender el mundo que nos rodea, para incluir el anarquismo en un contexto cultural amplio.
Aferrarse al anarquismo clásico, del siglo XIX, pretender que nada ha cambiado, eso significa alejarse de la realidad, convertir el anarquismo en una secta, no querer saber que el mundo se ha vuelto completamente diferente, cerrarse en una frase subcultural, en una excursión histórica, etc., con una debilidad. La práctica, repito, el desarrollo de una cosmovisión anarquista es necesario. Es por eso que me encanta en el trabajo de Alexei Borovoy porque él, (uno de los pocos) trató de convertir el anarquismo en una visión del mundo amplia y responder a los desafíos de la época: el colapso de la modernidad, el totalitarismo, la sociedad de masas, el desarrollo de nuevas tendencias en filosofía, una nueva conciencia de crisis del siglo XX. Por otro lado, es necesario construir puentes del anarquismo a la ciencia, a la filosofía, a la religión y al arte. Es necesario comprender el mundo circundante en su totalidad. Daré una serie de ejemplos cercanos a mí, como un filósofo.
Os doy una lista muy leja de ser completa: lo que está a la mano: la filosofía dialógica de Martin Buber, la doctrina existencial de la libertad y la personalidad, la sociología de la Escuela de Frankfurt con sus críticas al industrialismo, la civilización tecnológica y científica, la crítica del poder en las enseñanzas de Michel Foucault: el poder a nivel micro, la crítica de la sociedad de consumo de Jean Baudrillard, la sinergia como doctrina de la autoorganización, el anarquismo epistemológico de Paul Feyerabend. He mencionado algunos nombres que, me temo, no son conocidos por todos y, lamentablemente, no están integrados, no están incluidos en el pensamiento anarquista contemporáneo. Esta no es una lista completa. Estos son principalmente unos filósofos, pero podemos también hablar de les sociólogues, les economistas y otres. Todo esto no se realiza por el anarquismo. Hay muy pocos intentos de actualizar la teoría anarquista, hay poco enfoque crítico. Con el debido respeto a los clásicos, a Proudhon, Bakunin, Kropotkin, hay que citar: “No digas con anhelo: ¡No hay! Pero con gratitud: fueron”.
Cuando hablamos del pensamiento anarquista, entonces, desafortunadamente, prevalece la diferenciación sobre la integración. Es decir, el anarquismo con prefijos generalmente surge: anarco-primitivismo, anarco-ecologismo, anarco-feminismo, anarco-biocosmismo, anarco-rebelión, etc. En Occidente, todavía hay nombres. Podemos recordar a Bookchin, Gorz, Zerzan, Bonanno, Black, Chomsky y alguien más. Pero en primer lugar, estos no son tal vez grandes pensadores, y en segundo lugar, desarrollaron algún tipo de dirección estrecha. No se producen intentos de síntesis; prevalece un tipo de especialización y dominación a pequeñas escalas. Pero, gracias a dios que hay al menos unos en Occidente a quienes podemos leer. En Occidente esto no es suficiente, pero en Rusia es mucho peor.
Y la última: tercera tesis. Quiero volver a donde he empezado. Esta es una pregunta de qué tan bueno es hoy el anarquismo clásico. Por supuesto, Bakunin, Kropotkin, Malatesta y otros tienen una serie de profecías e ideas brillantes. Necesitan ser sabidos, estudiados, ser inspirados en su coraje y amor a la libertad. Pero hay que entender una cosa, de la que les anarquistas son poco conscientes: vivimos en una era del fin de la modernidad. El anarquismo, como lo fue después de la Revolución Francesa y antes del comienzo del siglo XX, es una filosofía hija de la modernidad. Era una era de optimismo, progreso, una fe ciega en la ciencia, utopías finalistas, la idea de un ideal supremo prevaleció en la cosmovisión anarquista. Ahora vivimos en una era de atemporalidad, cuando los fundamentos espirituales e ideológicos que la humanidad vivió desde el Renacimiento hasta el siglo XX se derrumbaron. El siglo XX es un siglo de catástrofes. Me parece que los anarquistas lo entienden mal, están demasiado absortos en la historia. Hay que construir puentes y construirlos aún más.
Fuera del contexto más amplio, el anarquismo no puede entenderse. Ahora hablamos solo del anarquismo, no hablamos de la cultura, la sociedad o lo que está sucediendo. El Art Nouveau se derrumbó, la era de las ideologías, los partidos, la creencia en el progreso, en la ciencia, en la tecnología, en el industrialismo, la creencia de que el anarquismo es un cierto punto de llegada, una utopía finalista, todo aquello se derrumbó. El anarquismo fue una parte de la gran corriente de los pensamientos del siglo XIX, algunos de los fundamentos cuasirreligiosos de los cuales no se reflejaron. Ahora todo aquello se derrumbó. Aquel contexto sociocultural se derrumbó. Y fingir que todo aquello ya no está aquí, que no vivimos en una era de atemporalidad y posmodernismo, es imposible. Es absolutamente necesario comprender las nuevas realidades: al menos una crítica al industrialismo, una crítica a la civilización tecnocrática, la erosión de las realidades de clase que está teniendo lugar.
Hoy es imposible hablar de clases según Marx. Tal vez existan, pero ¿en qué sentido? Ni siquiera tenemos las herramientas para comprender este fenómeno. ¿Es posible apelar a la retórica antigua proletaria venerable? ¿Es correcto dibujar esos viejos dibujos animados de burgueses en bombines y cantar sin pensar (como sucede a menudo) en las manifestaciones: “¡Adelante, adelante, la clase trabajadora!”?
En mi opinión (a lo mejor mis pensamientos no son cercanos a todos), es necesario abandonar la visión finalista del anarquismo como un cierto punto de nuestra llegada, es necesario desarrollar el anarquismo hacia una síntesis integrada de la cosmovisión de varias ideas, valores, críticas y prácticas de liberación libertarias. (Citando, por falta de teóricos hoy, a él mismo: “¡El anarquismo es eterno, la anarquía es imposible!”). Lo que se necesita no es la diferenciación, sino la integración. No el anarco-feminismo individual, anarco-ecologismo, anarco-primitivismo, etc. Somos diferentes, sí, pero necesitamos buscar puntos comunes. Esto es muy importante. Necesitamos las síntesis, no solo las diferenciaciones.
El anarquismo es originalmente romántico. Esta es una doctrina de soñadores, una enseñanza pathos. Bakunin era un hombre patético. Hoy la palabra “pathos” suena desacreditada. Pero recordemos que pathos, “patha” en griego, es pasión, pasión. Es decir, la capacidad de soñar, la capacidad de romper con el presente. Ahora este pathos romántico del anarquismo, la capacidad de rehabilitar la utopía, se pierde, debe ser devuelto. El antiguo anarquismo clásico podría ser alimentado por el patetismo, los significados, la energía del movimiento general de la modernidad, del cual él era parte, del gran movimiento con su fe religiosa en progreso, con la fe en el inevitable final de ese cuento de hadas, que se llama historia humana, con fe en la ciencia y razón. Ahora, el patetismo romántico del anarquismo necesita nuevos fundamentos religiosos, porque se desvanece en medio del cinismo pragmático sin alas, el vil anti-utopismo universal y la fatiga e incredulidad posmodernas. Y sin un patetismo romántico y un sueño radical, el anarquismo muere, degenera en un esquema, frase, ideología. No atraerá a un laico (porque no promete nada más que riesgo, sentido y plenitud de vida), y los héroes se han extinguido en nuestro mundo. Es por eso que el movimiento anarquista se está secando hoy, como un río que ha perdido sus manantiales. Y hablando el lenguaje de los situacionalistas debemos volvernos tan radicales como la realidad misma (apocalíptica).
La conciencia de lo que le sucede a la sociedad cuando con una civilización industrial se sucede un apuesto de sol, un declive, ni hablar sobre las civilizaciones pre-industriales, lo necesitamos a nosotros les anarquistas y a todos quienes intenten entender algo del mundo nuestro. Este reconocimiento del colapso total y el fin del Art Nouveau hace imposibles los intentos de simplemente “redecorar” el anarquismo clásico (porque la sociedad y la cultura y la persona a la que apelaba colapsaron de muchas maneras; digamos, en Rusia, a la autocracia, a la servidumbre y al filisteísmo). Habiendo modificado de alguna manera, han sobrevivido hasta nuestros días, pero no hay una comunidad, ni intelectuales, ni todo lo que nuestro antiguo anarquismo surgió).
El énfasis en el componente individualista del anarquismo eso es un malentendido, que durante mucho tiempo destrozó a los anarquistas, aunque hace cien años se intenta superarlo: la división escolar tradicional entre les comunistas e les individualistas, cuando algunes hablan solo de la sociedad y otres solo de la personalidad. Como sabemos, hace cien años, Emma Goldman, los Nabatovitas y otros trataron de combinar esas ideas. ¿Por qué es necesario contrastar la personalidad a la sociedad? Me parece que el componente de la personalidad existencial del anarquismo se vuelve especialmente importante en una situación de colapso social, pero, por supuesto, no en detrimento de la socialidad. La socialidad debe crearse desde cero, esa es la cuestión. Y el punto de referencia es precisamente la personalidad.
El anarquismo como una perspectiva amplia atrae al individuo. Pero las personalidades se unen y crean a una sociedad nueva. Aquí, me parece, hay un débil intento de imaginar lo que puede ser el anarquismo moderno, desde muy lejos de Bakunin y Kropotkin. Es decir, la integración de los dos lados del anarquismo: el lado comunista y el individualista. Stirner fue en muchos sentidos no entendido, exagerado, en muchos sentidos impactantes. Hoy ha llegado el momento de superar estas contradicciones, superar esa equivocada convicción de que estas son cosas mutuamente excluyentes: el individualista es ciertamente un hombre bohemio burgués que no se preocupa por nadie, y el comunista es un hombre que sueña con una sociedad de barracones. Está claro que ambos son esencialmente ajenos al anarquismo. Y Stirner no quería la guerra absoluta de todos contra todos, y Kropotkin no quería los barracones. Además, después de cien años, debemos comprender y desarrollar los dos lados del pensamiento anarquista, para superar los malentendidos y contradicciones que hayan existido antes.
Aquí hay unas realidades: culturales, sociales, sin las cuales la teoría del anarquismo no puede desarrollarse. Y sobre todo la comprensión misma de la necesidad de la teoría. Para nosotros, la palabra “teoría” suena despectiva, como una especie de adición a la ideología. Es necesario superar el ideologismo, el partidismo del anarquismo, su conexión con un amplio contexto cultural, el coraje y el radicalismo del pensamiento. No tengáis miedo y esfuerzos por comprender lo que está sucediendo. Intentad superar el ghetto subcultural y esa adicción al activismo sin sentido. El anarquismo como una cosmovisión, ese anarquismo rechaza la utopía finalista. El significado, la reflexión, las síntesis de diversas tradiciones filosóficas y culturales. Los énfasis en el componente personalista existencial.
La conciencia de las realidades del presente, que no existieron en aquella época de Bakunin y Kropotkin, por ejemplo, la crisis ambiental. También una conciencia de la situación posmoderna en la cultura, el “vacío existencial” (en palabras de Victor Frankl), la atomización total, el colapso de la socialidad. Todo esto no requiere un solo cambio de fachada, ni una alteración fácil de las viejas enseñanzas de hace cien años, sino un anarquismo completamente nuevo, que desafortunadamente aún no existe. Y no importa cuánto amemos a Proudhon, Bakunin, Tolstoi, Kropotkin, tenemos que desde nuevo recrear casi todo en la teoría y filosofía del anarquismo.