Ricardo Mella
Cómo se lucha
En el afanoso tráfago de la vida moderna, la lucha social ha llegado a lo trágico y a lo épico. Concitados los ánimos por la clarividencia de antagonismos irreductibles, se vive en continuo choque, en permanente conflicto, sin que se vislumbre el término de la fatal contienda. Allá vamos todos, privilegiados y desposeídos, hacia lo desconocido, anhelando represalias o justicias, queriendo unos domeñar, subvertir otros, oprimir aquéllos, libertar éstos. Amparados de distintas banderas, laborando con diversas plataformas, la multitud adinerada y la multitud empobrecida combaten sin tregua marcando en el campo de la batalla un surco profundo que pone de un lado todo lo decrépito, todo lo anacrónico, y de otro lado lo nuevo y sano y pujante.
El proletariado, despierto a la conciencia de su derecho y de su fuerza tiene en la lucha los ímpetus de la juventud, el ardor del apostolado, la serenidad del saber. Su actividad se multiplica hasta el prodigio. Sus recursos, sus resortes, sus fuerzas superan toda previsión y todo cálculo. Diríase que obra el milagro de sacar de la nada, todo.
Y por si ello no fuera bastante, todavía un vivo espíritu de constante renovación le anima y le enaltece.
Lucha en lo económico, sin rendirse a las derrotas ni confiarse a los éxitos, por el mejoramiento o transformación continua de las condiciones del trabajo. Lucha en lo social por la liberación completa de los individuos y de los grupos. Y en lo religioso y en lo moral camina a la absoluta emancipación de la conciencia. Nada hay del mundo viejo a que su acción no llegue.
Su influencia en la vida común abarca desde las relaciones de la coexistencia social hasta las conquistas del arte y de la inteligencia. Es brazo y es cerebro, es pasión y es reflexión. La idea y el hecho son sus dos palancas y con ellas removerá el mundo.
El espanto del mundo viejo de ahí arranca. Ve que estas fuerzas diseminadas que se le antojan caóticas, que estas multitudes dispersas, solicitadas por mil distintas ideas y tendencias, le atajan por todas partes, con la huelga unas, con la rebeldía otras, con la instrucción éstas, con la propaganda aquéllas, y el pánico de tal asedio le hace apelar a todas las violencias para detener el torrente.
En vano es que lo procure. El torrente avanza. No hay compuertas que lo apresen. ¡Y ay de todos si la locura de dominarlo se interpone en su curso!
La fuerza real del proletariado es la diversidad de su acción; inútil discutir la eficacia de la huelga o de la propaganda, de la instrucción o de la rebeldía. La eficacia está en el conjunto y para lo futuro, no para lo presente.
De momento, todo ello es de escasa consistencia. No resolverá la huelga el problema social, ni aun siquiera mejorará real y positivamente las condiciones del trabajo; no ganará la propaganda de tal modo los corazones y los cerebros que imponga a todos el imperio de la razón y de la justicia, no llevará la instrucción tal luz a los entendimientos que la certidumbre se haga visible al punto de suprimir las barreras que separan a los hombres: no hará la rebeldía el milagro de cambiar de la noche a la mañana todas las cosas que son en todas los cosas que deben ser; pero éstos y otros instrumentos de lucha, conjuntamente, educan, preparan, impulsan y allá en el porvenir, próximo o remoto, darán el resultado que por tan diversos caminos se busca; la emancipación integral de los humanos.
Hacia ello vamos. Cada uno dentro de sus previsiones, de sus juicios, de sus medios. Cada uno con su fuerza y con su saber. Cualesquiera que sean nuestras divergencias, también hay para todos un denominador común: la conquista del pan, la conquista de la libertad, la conquista del saber y del sentir y del gozar.
Y así es como se lucha, proletarios. La inteligencia es fuerza; la fuerza es inteligencia. Esgrimiendo vuestras armas económicas, habéis aprendido que hay algo más allá del horario. Ejercitándoos en la cultura del entendimiento, habéis aprendido que el ideal es una fuerza poderosa, que hay también algo más allá del trabajo igualitario y libre, que no basta poder trabajar cómodamente y comer lo preciso, porque las necesidades del hombre no son únicamente la naturaleza fisiológica, sino también de orden moral e intelectual.
Hacéis, pues, bien los que contendéis por la remoción continua de la vida práctica y también hacéis bien los que lucháis por el continuo cambio de la vida moral e intelectual.
Así es cómo se lucha, no dejando una vereda ni un mato al adversario, cercándole por todas partes. Si sois guerrillas, ya seréis ejército. Vuestro será el triunfo.
Notas:
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Edición por La Conquista del Panda.
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