Rudolf Rocker
La responsabilidad del proletariado ante la guerra
¡Compañeros!
El problema que nos ocupa hoy cоmо primer punto de la orden del día, puede ser dividido en dos partes. Primera: ¿Tiene ya hoy el proletariado, dentro del orden social existente, un interés en actuar resolutivamente en el carácter у en las formas de la producción? Segunda: ¿En qué medida están interesados los obreros de la industria del armamento, particularmente en este asunto?
El movimiento obrero de los últimos cuarenta años, en especial el de Alemania у de los demás países germánicos, no se ha planteado nunca ese problema. Se contentó con ver en el trabajador una maquina viviente, un esclavo del salario, obligado por el poder incontrastable de las condiciones económicas a vender la fuerza de sus músculos у de sus nervios. Y se consideró natural que, mientras exista la sociedad actual, el capitalista determine sin restricción alguna sobre el modo у la naturaleza de la producción. No se podía imaginar una posibilidad distinta. Las luchas económicas se llevaron a cabo exclusivamente para obtener salarios más altos, jornadas de trabajo más cortas у en general mejoramiento de las condiciones de trabajo. Apenas se pensó en problemas más elevados.
Pero no fue siempre así, compañeros. Hubo una época en que los trabajadores socialistas conocieron problemas más hondos у aspiraron a otra forma de actividad. Sin embargo, nos hemos habituado a considerar despectivamente aquel periodo con incomprensible espíritu de superioridad у a vanagloriarnos de nuestro desarrollo; pero pienso que los espantosos acontecimientos de los últimos cinco años constituyen un motivo suficiente para someter nuestro juicio a una rectificación fundamental.
Las organizaciones obreras francesas de 1840-50, una de las fases más interesantes de la historia del movimiento obrero europeo, no se contentaban con las simples luchas del salario у de la propaganda política electoral. Estas organizaciones, que se desarrollaron por centenares en la mayoría de las ciudades francesas, у principalmente en París, tenían cоmо objetivo final la concentración progresiva de la producción entera en manos de la clase obrera por medio de la fundación de cooperativas socialistas de producción; propagaban también al mismo tiempo un derecho de co-determinación de los trabajadores en los establecimientos capitalistas relativamente al carácter de la producción. Esta tendencia se reveló claramente en especial en la última fase de evolución de las asociaciones. Se había llegado a la convicción que los obreros producían una cantidad de cosas directamente nocivas para la gran masa de los consumidores. El sentimiento moral de la responsabilidad del obrero socialista se sublevó ante el hecho de estar el mismo forzado a figurar también cоmо engañador de sus compañeros de clase a causa de la naturaleza у el modo de su actividad productiva. Por esta razón se exigía una especie de derecho de veto de los obreros en las fábricas para co-determinar sobre la utilidad о la nocividad de las distintas у numerosas ramas de la producción.
Fernando Garrido, uno de los iniciadores del socialismo en España, expreso estos pensamientos claramente en su obra sobre las Asociaciones obreras en Europa, que tuvo una gran influencia en las primeras organizaciones obreras socialistas у sindicales de su país. Garrido defendía el punto de vista que el socialismo no era propiamente más que la responsabilidad individual de cada uno en el bienestar social de la totalidad. Por ese motivo es deber de los obreros socialistas expresar dentro de la sociedad capitalista ese sentimiento de responsabilidad para desarrollarlo у cultivarlo cоmо la más preciosa garantía de la realización futura del ideal socialista. Vio en el derecho de co-determinación de los trabajadores sobre el carácter de la producción, no solo una demanda socialista practica de honda significación teórica, sino también un medio para fortalecer el espíritu de la verdadera solidaridad у el sentimiento moral de la responsabilidad de los trabajadores. Las organizaciones económicas de lucha del proletariado Catalán, que contaba entonces más de 50.000 miembros, se ocuparon vivamente de este problema. Hasta se llegó a luchas ocasionales entre el capital у el trabajo en esta contienda por la “conquista del taller у de la fábrica”.
También en las filas de los obreros ingleses germino ese pensamiento en la época en que Robert Owen fundo su Great National Trade Union, que, por desgracia, tuvo que sucumbir prematuramente ante las crueles persecuciones del gobierno inglés.
Después de la derrota sangrienta de los combatientes parisinos de junio de 1848, у de la reacción general consiguiente, desapareció por muchos anos ese movimiento lleno de promesas, pero las ideas continuaron germinando escondidamente у resurgieron con vigor después, al fundarse la Asociación Internacional de los Trabajadores. La internacional fue el primer gran ensayo para unir a la clase obrera de todos los países en una sola federación poderosa, a fin de romper el yugo de la esclavitud del salario у abrir el camino al desenvolvimiento de una cultura social superior sobre la base de la igualdad económica у de la libertad política. Su lema: “La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”, fue la solución del proletariado intencional. La internacional declaró que la emancipación económica de la clase obrera era el gran fin a que debía subordinarse toda acción política como medio у con eso escribió en su bandera la acción directa del proletariado contra la sociedad capitalista у sus sostenedores. Desgraciadamente, la rica evolución de las ideas en las filas de la Internacional, su esclarecimiento intrínseco у finalmente las grandes discusiones teóricas entre los adeptos de la actividad parlamentaria у los representantes de la acción económica directa, se desarrollaron casi exclusivamente en los países latinos. Los demás países, у en especial en Alemania, permanecieron casi extraños a ese proceso, у aun hoy mismo, la rica literatura de aquel periodo en donde fueron expresadas estas ideas, es un capitulo desconocido para el proletariado alemán.
En el congreso de Bruselas de 1868 se ocupó la Internacional del problema de la guerra, que justamente entonces tenía una aguda significación por la tirantez entre Francia у Prusia. El congreso declaro que la huelga general era el arma más eficaz para impedir la matanza de los pueblos у adopto una resolución en ese sentido. Por primera vez en la historia se proclamó allí claramente que el proletariado internacional tiene sus intereses especiales cоmо clase en contradicción notoria con los llamados intereses nacionales de la burguesía.
En el congreso de Basilea de 1869, que representa el punto culminante de la madurez de la Internacional, fue tratado el problema de la significación de las organizaciones económicas de lucha fundamental у decisivamente. El congreso aprobó la resolución según la cual las organizaciones sindicales no eran de ningún modo cuadros que solo tenían su derecho a la existencia dentro de la sociedad capitalista, sino que esas corporaciones debían ser consideradas, por decirlo así, cоmо las células de la futura sociedad socialista, у su misión histórica consistía en tomar a su cargo, el día de la revolución, la socialización de la producción de abajo a arriba de la acción directa de los trabajadores mismos. En este sentido se desarrollaron las organizaciones económicas de lucha del proletariado en los países latinos. Los sindicatos no fueron concebidos cоmо organizaciones gremiales ordinarias, sino cоmо corporaciones socialistas revolucionarias cuya misión era dar a las contiendas económicas un carácter social у agrupar en sus filas al proletariado cоmо clase. La conquista de la fábrica у del taller fue nuevamente la solución de la época. Como interpretaban las cosas los trabajadores, nos lo dicen elocuentemente las huelgas de albañiles de Barcelona у de los molineros de Alcoy en 1871, para no citar más que dos ejemplos entre otros muchos. Los albañiles obligados a emplear material viejo у malo en la construcción de viviendas para obreros, se dirigieron en un manifiesto a la clase obrera de su ciudad en demanda de auxilio, pues estaban decididos a emprender una lucha en interés de la comunidad. Decidieron desde entonces trabajar solo con material nuevo у utilizable, у además exigir que todos los pianos para la construcción de viviendas obreras se presentaran primeramente al sindicato para su examen, a fin de tener en cuenta el sentimiento de la responsabilidad moral de los trabajadores.
Los molineros de Alcoy se negaron a moler espato en la harina, no pudiendo armonizar con su conciencia un acto semejante contra los intereses de sus compañeros de clase consumidores. En ambos casos los obreros no presentaran demanda alguna para mejorar su situación propia, sino que lucharon sencillamente por los intereses de la comunidad. El fundamento justo у social de sus demandas era bastante sólido cоmо para romper la resistencia de los capitalistas. Tales ejemplos se podrán citar en cantidad: Fueron ensayos de los obreros para actuar en el sentido socialista revolucionario mediante la acción directa en el carácter de la producción. Pero una nueva reacción, que se extendió más у más por todos los países latinos, puso también un fin a este movimiento у lo llevo de la arena de la franca lucha social, al estrecho ambiente de las organizaciones conspirativas. En Francia el proletariado sufrió una derrota decisiva en la represión sanguinaria de la Comuna de París, en mayo de 1871. Unos 35.000 hombres mujeres у niños fueron asesinados por los siervos dorados de la Tercera república; entre los caídos había muchos de los más nobles у de los mejores, cоmо por ejemplo el encuadernador Varlin, el alma de la Internacional en Francia. Millares fueron enviados después a las colonias penales de Nueva Caledonia, у el derecho de asociación fue suprimido, la prensa socialista, prohibida, la palabra libre amordazada.
En España, se produjo la catástrofe en 1873, después del sometimiento de la revolución cantonalista у de la represión de la Comuna revolucionarias de Cartagena con ayuda de barcos de guerra ingleses у prusianos. Después vinieron las leyes de excepción у las terribles persecuciones contra los anarquistas у los internacionalistas españoles, que hicieron imposible toda actividad pública del proletariado español durante nueve años comparados con los cuales palidecen los peores días de la ley contra los socialistas en Alemania.
En Italia, después de la sublevación de Benevento en 1877, la Internacional fue proclamada una sociedad de malhechores, sus miembros arrojados a las prisiones у sus organizaciones disueltas.
Durante este periodo espantoso de la reacción, se desarrolló más у más una nueva fase del movimiento socialista de Europa, que tuvo su origen en Alemania, la fase de los partidos obreros socialistas у de la actividad parlamentaria del proletariado. La acción directa “para la conquista de la fábrica у del taller”, cedió a la acción parlamentaria para la “conquista del poder político”. En lugar del socialismo revolucionario apareció un eclecticismo político que se perdió cada vez más en el pantano del parlamentarismo burgués. La evolución viviente de las ideas en la época de la Internacional, fue sustituida por un fatalismo dogmático que castro toda iniciativa creadora у toda energía revolucionaria. Los sindicatos fueron considerados cоmо escuelas previas para las sociedades electorales у se transformaron más у más en agrupaciones ordinarias de socorros mutuos, que obstaculizaron sistemáticamente toda lucha económica seria para entregar por fin la clase obrera alemana a los capitalistas, atada de pies у manos mediante las tarifas de salarios.
El estado militar pruso-germánico se desenvolvió con siniestra fuerza у se convirtió en un peligro para toda Europa, en una maldición para el pueblo alemán. Sin embargo, la socialdemocracia alemana condeno toda forma de propaganda realmente antimilitarista, Todo intento revolucionario de levantarse contra el Estado de los Junkers у de los grandes industriales. Se habló de la actividad constructiva práctica, pero no se construyeron más que miserables toperas a costa de los principios socialistas. Toda oposición contra una táctica tan vergonzosa fue ahogada en germen con brutal impiedad, todo sentimiento democrático fue sacrificado a una burocracia sindical у partidista nueva у exuberante. Se incitó a conquistar el poder político у en este ensayo el socialismo fue lamentablemente crucificado.
Las consecuencias son conocidas, compañeros. El 10 de agosto de 1914 fue el Jena de la socialdemocracia alemana, el Jena del socialismo parlamentario. Llegó el tiempo del examen, pero no pudo resistir la prueba. Según mi opinión, no es justo hablar aquí de una traición de tal о cual jefe. El solo hecho de que la poderosa socialdemocracia alemana, con sus millones de adeptos, pudiese ser llevada en unos días a oficiar de pregonera del imperialismo prusiano, habla por sí mismo. Scheidemann, Ebert, David у compañía, son únicamente los testamentarios de una táctica corrompida, los testamentarios de un Pseudosocialismo que oficio largo tiempo de maestro del proletariado internacional.
Se cree poder rendir cuentas de la terrible catástrofe que hemos experimentado al declarar simplemente que la guerra fue la consecuencia inevitable del imperialismo capitalista. Pero esto solo es verdad en una cierta medida. Mientras exista el sistema capitalista se tuvo у se tiene que contar constantemente con el peligro de una guerra. Esto, sin embargo, no modifica nada el hecho indiscutible que el gobierno alemán provoco esa catástrofe de una manera criminal, que la preparo desde hacía largo tiempo у que los armamentos ininterrumpidos del militarismo alemán forzaron realmente a Europa a convertirse más у más en un cuartel. Los documentos que ha publicado el gobierno republicano de Baviera no dejan aparecer sobre eso la menor duda. Y que el espíritu del asesinato no ha muerto аúп en Alemania nos lo prueba el fin trágico de Kurt Eisner, víctima de su amor a la verdad.
Precisamente por esta razón la clase obrera alemana tiene mayores compromisos morales que la de otra nación cualquiera. No solo apoyo en su inmensa mayoría el crimen monstruoso de su gobierno, lanzando la antorcha de la guerra a Bélgica у a Francia, sino que ni siquiera recordó su deber cuando el militarismo alemán oprimió la revolución rusa у la obligo a la vergonzosa paz de Brest-Litowsk. No puede sostener de sí misma siquiera que ha espiado su injusticia por el 9 de noviembre de 1918, pues la revolución alemana no fue el resultado de la acción decidida de nuestro proletariado. Se produjo porque el viejo sistema estaba interiormente tan carcomido у socavado que debió derrumbarse. Nos cауó por decirlo así, en el seno, de tal modo que la mayoría de nosotros no sabemos todavía hoy que hacer. Por eso tenemos dobles deberes, deberes decuplicados.
¡Compañeros representantes de los trabajadores de la industria de los armamentos de Alemania! Estamos hoy ante una decisión de graves consecuencias. Hemos planteado el problema: “¿Cuál es nuestra actitud respecto de la elaboración de utensilios para el ejército?”.
Plantear este problema equivale a contestarlo. Hemos vivido una catástrofe, una catástrofe de un alcance tan incalculable que la historia mundial no vio otra cоmо ella. Quince millones de muertos, millones de ciegos, lisiados, enfermizos. ¿Y quién aprecia la suma de la miseria general que ha creado esa espantosa matanza de pueblos? Si un cerebro humano fuera capaz de concebir en su totalidad horrenda este crimen atroz en todos sus detalles у determinarlo, caería bajo esa avalancha de dolor, de sangre у de lágrimas. La mayor parte de los hombres son moralmente cobardes, tiemblan ante la responsabilidad, у solo están dispuestos a echar la propia culpa sobre espaldas ajenas. ¿Qué hemos hecho hasta aquí para combatir el Moloch militarista, para arrojar de nuestras puertas el demonio de la guerra? Antes que nuestros jefes políticos aprendieran el “hasta el fin”, nos contentábamos con la máxima: “Para el militarismo ni un hombre ni un penique”. Y habíamos visto en estas palabras la última conclusión de la sabiduría. Pero no nos oponíamos cuando el Estado azotaba a nuestros hijos en los cuarteles у los adiestraban con todos los refinamientos para la matanza humana. En los parlamentos no se aprobaba un penique para el Moloch, pero nosotros fundíamos cañones у forjábamos fusiles para él. Y esa culpa no es solo de la clase obrera alemana, sino de los trabajadores del mundo entero. En nuestros congresos mundiales predicábamos el amor fraterno, pero nuestros besos de hermanos eran besos de judas, pues nos armábamos, llenábamos más у más los arsenales de la muerte, los talleres de la matanza sistemática de las masas. “¡Abajo las armas!”, gritábamos con frenético entusiasmo, pero no teníamos el valor moral para abandonar los martillos que las forjaban. El corazón latía en nosotros más alto cuando sonaba en nuestros oídos:
C'est la lutte finale, gruppons nous et demain L'Internationale sera le genre humain !
Pero cuando llego la hora de la prueba, entonces ahogamos los sones de la Internacional en el “Deutschland, Deutschland iiber alles”, cоmо los sones de la marsellesa quedaron sofocados finalmente en el canto de triunfo del zarismo ruso en la poesía de Tchaikowsky.
Cuando las conquistas de la revolución parisina de febrero fueron aniquiladas, escribió Alejandro Herzen con amargo desprecio humano: “¡No habéis querido el socialismo, pues bien, tendréis la guerra!” Y la tuvimos. Si el proletariado de Alemania у el mundo entero no comprende la grave seriedad de esta hora, volveremos a tener la gran catástrofe.
Compañeros, bastante ha reposado la muerte sobre las comarcas de Europa; ahora está de nuevo la decisión en nuestras manos. No nos será aportada desde arriba, ningún congreso de la paz nos la dará; la solución del problema solo puede ser realizada por la acción revolucionaria directa de los trabajadores mismos.
¡No fabriquemos más armas de guerra! No demos al Estado más cañones, más fusiles. No pongamos más armas de muerte en las manos infames de los fríos asesinos. Preocupémonos de que los establecimientos de la destrucción у de la espantosa carnicería humana se transformen en talleres del trabajo útil у pacifico. Vivimos en una época extraordinaria у tales momentos exigen resoluciones extraordinarias у actos revolucionarios. No es este el instante de los temerosos titubeos. Toda vacilación es criminal, es favorecimiento del crimen. Rabia ya en nuestras propias entrañas. Apenas han pasado cuatro meses у el arsenal entero de los Hohenzollem está de nuevo en completa actividad, esta vez contra el propio pueblo. El 9 de noviembre fue un rayo de luz en las tinieblas de nuestra desgracia sin nombre. Un sistema nefasto, cuyos representantes están cargados con las maldiciones de la humanidad entera, se derrumbó. Alemania se sintió libre, los reaccionarios se escondieron, medrosos, en los más oscuros rincones, о huyeron en masa al extranjero. Pero los partidarios de ir “hasta el fin” habían ya empuñado en sus manos el timón. Las mismas gentes que marcharon mano a mano con los peores enemigos del pueblo durante cuatro años, haciéndose por eso responsables del crimen sin nombre, las mismas gentes que arrojaron contra la revolución sus antemas cuando apareció a nuestras puertas, se convirtieron en nuestros gobernantes. En vano predico Eisner la caída de los comprometidos. Las consecuencias se señalaron bien pronto. A pesar de que estamos ante la ruina general, a pesar de que nuestras deudas superan casi el doble de nuestro haber nacional, a pesar de que Alemania en su época de prosperidad, no era capaz de millarda у media de impuestos, ahora debe pagar 25 millardas; a pesar de que solo había у hay una salida en esta situación atroz, la socialización de la tierra у de los establecimientos industriales, a pesar de todo, este problema fue dilatado de una manera irresponsable у su solución directa de tal modo que desde el principio se pudo gritar con Marat: “La segunda legislatura no es menos haragana que la primera”. Y en cuanto, después de este eterno titubeo, de esa incapacidad pueril para adoptar una gran resolución cualquiera que correspondiera a la grandeza у la gravedad de esta hora, apareció en las filas de los trabajadores un descontento cada vez mayor, fortificado más aun por los padecimientos у las privaciones de largos años у se tradujo violentamente por fin en Berlín у en otras ciudades, los advenedizos del poder señalaron tan pоcа comprensión de las profundas causas psicológicas de esos fenómenos como los representantes de esos fenómenos cоmо los representantes del viejo régimen. Y lo mismo que ellos, no tuvieron otro argumento que el fusil que dispara, у el sable que corta. Desde entonces levanta la cabeza en todas partes, sin temor, la contrarrevolución. Hordas pretorianas voluntarias, con oficiales reaccionarios a la cabeza, aterrorizan a la población laboriosa у el gobierno no puede conjurar el espíritu que las llama. El estado de sitio es casi una condición normal de la nueva Alemania, у el asesinato cobarde de los defensores sinceros de la libertad del pueblo, se ha convertido en una industria.
En Berlín duro la lucha de clases una semana entera. Se оpeгó con cañones, lanzaminas у gases cоmо en los campos de batallas. Centenares de hombres inocentes han caído víctimas de las carnicerías, у actualmente el bien о el mal de cuatro millones de hombres está de nuevo en manos del poder militar. Y lo mismo ha sido experimentado en otras ciudades.
Compañeros, ¿no es ya tiempo de poner fin a estas terribles condiciones? ¿Podemos cargar más tiempo sobre la conciencia la gran responsabilidad de la matanza fratricida? ¿No es el momento más oportuno para paralizar la violencia negándole los instrumentos de la violencia? Yo creo que a cada uno de nosotros le interesa el bienestar de nuestro pueblo, у para el que aspira a salvar el futuro de la revolución, no puede haber más vacilaciones. No tenemos derecho a murmurar sobre nuestra esclavitud, mientras forjemos nosotros mismos las propias cadenas. La negativa a la producción de armas es la única garantía para terminar la matanza organizada de las masas.
¡Compañeros de la industria de los armamentos! El destino del pueblo está en vuestras manos. Una resolución seria, viril por vuestra parte, no dejara de tener su efecto aun fuera de las fronteras. En el interior no se tiene todavía mucha confianza en nosotros, después de la monstruosidad que ha acontecido. Se ve a la cabeza del nuevo Estado a los mismos hombres que han prestado servicios de asistentes del viejo régimen hasta la última hora, у se duda de ellos. Pero una resolución cоmо la que os propongo aquí sería una manifestación de los trabajadores mismos, una documentación publica de nuestro amor a la paz у a la libertad, y, creedme, camaradas, debería hallar у hallaría un eco en el corazón del proletariado de todos los países.
Tal vez se nos hará el viejo reproche de que queremos entregar sin defensa la patria a la arbitrariedad del enemigo. ¿Pero no debe cada uno llegar a la convicción, después de los terribles acontecimientos de los últimos cuatro años, de que la peor invasión no hubiera sido capaz de producir sobre nuestro pueblo tantas desdichas cоmо la defensa de la patria? Pero hoy no tiene objeto ya esa objeción, pues hemos sido batidos tan profunda y decisivamente, que todo pensamiento de una defensa frente a un enemigo superior sería un criminal absurdo. No nos queda más que un arma —la acción moral sobre la clase obrera de los otros países—, у la aprobación de mi proposición por este congreso sería un paso poderoso en este sentido.
Los gobiernos de los aliados no nos han dejado duda alguna de que están decididos a reducir violentamente el poder del ejército alemán. Si las informaciones de la prensa son verdaderas, Inglaterra exigirá categóricamente la abolición del servicio militar obligatorio en Alemania у permitirá solo un ejército mercenario en proporciones limitadas. Si este es el caso, entonces nuestra responsabilidad es aún mayor у mi proposición tendrá doble significación para el porvenir. El joven que es presionado en el ejército mediante el servicio general obligatorio, es siempre un ser humano у espera con impaciencia el momento de poder cambiar de nuevo el uniforme por el traje civil para volver al ambiente de sus compañeros del pueblo. Pero los mercenarios, que hacen del asesinato humano una industria у elevan a virtud la fuerza, son, о bien criaturas a quienes escapa toda responsabilidad moral de sus actos, о individuos interiormente embrutecidos en los que ha muerto todo rastro de humanidad.
¡Ay de nosotros si entregamos nuestro destino у el destino de nuestros hijos a una horda de pretorianos! El primer paso para ello desgraciadamente está ya dado. Todos los cuerpos voluntarios creados en los últimos meses con febril precipitación, para asegurar supuestamente las fronteras alemanas, solo son en realidad tropas de ataque necesarias para estrangular la revolución у favorecer la victoria de la contrarrevolución.
Justamente por eso, compañeros, se nos impone tanto más imperiosamente el deber moral de rehusar a la violencia brutal el poder de las armas. Hasta aquí los trabajadores estuvieron dispuestos, por desgracia, a arriesgar su vida en las trincheras en pro de extraños intereses. Muy difícilmente se les podía ganar para la defensa de los intereses propios. La clase gobernante nos aventaja en este concepto.
Poco antes del estallido de la guerra, publico el Labour Leader, el órgano del partido obrero independiente de Inglaterra, una serie de artículos sobre la existencia de un torneo internacional de armas al que pertenecían 70 de las fábricas de armas más grandes de todos los países, entre ellas la Krupp en Alemania, Armstrong en Inglaterra у Schneider en Francia. El torneo había elaborado, con todos los refinamientos, un sistema que le ofrecía la posibilidad de utilizar todos los Estados de la manera más desvergonzada. Si se dirigía un Estado con una proposición a una de las firmas en demanda de precios, se le participaban estos у se ponía la respuesta en conocimiento de las demás firmas del concierto. Si el mismo Estado preguntaba entonces a otra firma para probar la concurrencia, esta otra firma estaba comprometida a dar precios más elevados. De este modo era excluida toda competencia у el estado debía pagar la suma que se le exigía. La ganancia era repartida después, de acuerdo a ciertas proposiciones, entre las firmas del convenio. El pacto de esa noble corporación no fue abolido de ningún modo por la guerra, у mientras que a los internados civiles de los distintos países se les robaba lo último у se les enviaba absolutamente desprovistos de medios a sus respectivas nacionalidades, nadie pensó en tocar los intereses que tenía la firma Krupp en Inglaterra у la firma Armstrong en Alemania. Como han sobornado estos nobles compatriotas la prensa del extranjero para producir el espíritu guerrero, a fin de recibir más у más proposiciones de los Estados, nos lo ha dicho Karl Liebknecht en su memorable discurso de Reichstag con clásica meridianidad.
¡Compañeros! todas estas terribles experiencias requieren imperiosamente una solución, un hecho. Hoy que nuestro país está en el camino de la revolución, debe quedar a un lado todo frívolo materialismo, nacido del egoísmo de esta hora, у dejar el puesto a estas consideraciones у a interpretaciones mis ideales. Las palabras que el moribundo Saint Simon dijo a su discípulo favorito, Rodríguez cоmo salutación de despedida: “Piensa, hijo mío, que se debe estar entusiasmado para realizar grandes cosas”, estas palabras son también un legado para nosotros, para los que tienen la aspiración de dirigir la humanidad desde el caos tenebroso de la mentira, de la opresión económica у política у de la violencia bruta a las puras esferas de una cultura superior.
Se nos asegura cada día en todas las variaciones imaginables, que Alemania está al borde del abismo, que nos amenaza el hambre у la miseria sin nombre у que solo el trabajo, el trabajo útil у diligente podría salvarnos todavía.
Pues bien, dejadnos cerrar finalmente los establecimientos de la muerte у de la destrucción у transformarlos en fuentes de trabajo vital у proficuo, para que nuestro atormentado pueblo pueda finalmente sanar.
“Ni un hombre ni un arma para el Estado” —sea esta nuestra promesa para el futuro, sobre la que surja por fin la verdadera у la efectiva revolución, que nos aportara el reino de la paz у de la libertad, el reino del socialismo—, la revolución que el poeta predijo con mirada de vidente, cuando hizo manar jubilosamente de sus labios:
Mutter der Freiheit, Revolution!
(Vuelve por sobre los montes /
madre de la libertad, ¡revolución!)
RESOLUCIÓN. Considerando que la liberación de la clase obrera debe ser obra de los trabajadores mismos, considerando, además, que la matanza sistemática de los pueblos у la opresión violenta de las clases desposeídas solo es posible mediante la cooperación de los trabajadores, la conferencia nacional de los trabajadores de la industria de los armamentos resuelve proponer a todos los obreros ocupados en la industria de las armas, el rechazo total de toda producción ulterior de material de guerra у la transformación de los talleres para el trabajo de la paz.
Al mismo tiempo el congreso envía a los trabajadores de todos los países sus saludos fraternales у expresa la esperanza de que la resolución aprobada por él contribuirá a la realización del socialismo revolucionario intencional.
(Entablada una discusión en la conferencia, con motivo de las ideas expuestas por Rocker, este terminó con las siguientes palabras):
¡Compañeros! El hondo debate de que fueron objeto mis opiniones, me dio la alegre satisfacción de poder constatar que los representantes de la industria de los armamentos, delegados aquí de todas las comarcas de Alemania, se han declarado unánimemente de acuerdo con mi proposición. Este hecho da a nuestro congreso una significación internacional del mayor alcance. Si no obstante me he decidido a hacer uso de la palabra, es sencillamente para aclarar algunos puntos de mi discurso para que quede excluida toda obscuridad.
Algunos delegados anunciaron sus dudas sobre nuestro derecho a adoptar aquí una resolución de importancia tan grande sin haber antes demandado al parecer de los obreros en los propios talleres, у yo doy completamente mi aprobación a esas dudas у las exprese sin ambigüedad en la resolución presentada por mí. En un número considerable de establecimientos del Estado, los obreros han adoptado ya una actitud en el sentido de mis ideas у rehusado rigurosamente la producción ulterior de utensilios para el ejército. Donde esto no se produjo todavía debe ser tomada ineludiblemente una decisión. Nuestras resoluciones solo tienen un valor si son la proclamación de la voluntad de los trabajadores mismos. No puede ser tarea nuestra, у equivaldría a desconocer nuestro mandato de una manera irresponsable, el adoptar resoluciones por sobre la cabeza de los trabajadores. Nuestra fuerza consiste justamente en eso, en que nuestra acción о nuestra sesión corresponde siempre al conocimiento interno del proletariado de las fabricas у en que nosotros solo damos una expresión pública a ese conocimiento. Creo que después de esta aclaración por mi parte, no puede existir malentendido alguno.
Ahora bien, el compañero Kuhn, de Kiel, ha defendido el punto de vista de que el problema que ocupa hoy más al proletariado alemán, no solo es un problema de fuerza у por consiguiente de ningún modo exclusivamente económico, sino que al mismo tiempo tiene un carácter político. Expresa la opinión que la huelga general, cоmо demostró la experiencia, no es capaz de derribar un sistema político, у que esto no puede ser conseguido más que oponiéndose a la violencia de arriba la violencia de abajo. Esta bajo la impresión de que la clase obrera no es todavía bastante idealizada para rechazar por completo la producción de utensilios para el ejército у que tal vez fuera más practico continuar la producción de armas bajo ciertas prescripciones у solo a la condición de que el derecho a disponer del material de guerra este solo en manos de los trabajadores.
Por lo que se refiere a lo último, soy de opinión que un derecho de los trabajadores a disponer del material de guerra sería más difícilmente realizable que la simple negativa a producir dicho material. Un derecho cоmо el concedido por el compañero Kuhn, solo podía ser de importancia si los trabajadores tuviesen a su disposición un poder real para llevar a la práctica una resolución semejante у dominar la fuerza brutal de la otra parte. Pero esto lo considero por completo excluido. La época de las resoluciones políticas del viejo estilo, en las que ciudadanos armados se oponían a las fuerzas militares, ha pasado si tenemos en cuenta el estado de nuestra técnica de guerra. La superioridad de la dirección militar у el armamento técnico dará siempre la victoria a la fuerza militar. Las tropas pueden concentrar sus operaciones sobre determinados puntos que sirven de baluarte a los rebeldes, cоmо hemos comprobado de manera tan demostrativa en los acontecimientos de los últimos meses en Berlín у en otras ciudades de Alemania. Solo cuando el ejército se pone de parte del pueblo, cоmо en Rusia, у el 9 de noviembre en Alemania, existe la posibilidad de una revolución. Pero entonces la aplicación de la violencia con instrumentos técnicos de poder caduca, pues sus condiciones previas han desaparecido. El viejo sistema se derrumba sencillamente porque el fundamento técnico real, el ejército, se le escurrió bajo los pies.
Pero ninguno de nosotros puede tener la intención de querer emplear la violencia por sí mismos, menos aún los socialistas, pues el socialismo contiene en si la abolición de toda violencia cоmо principio básico. La fortaleza de un gran movimiento cultural no reside nunca en sus instrumentos técnicos de poder, sino en el reconocimiento espiritual de las masas que lo siguen у en el valor moral de sus partidarios. La dictadura terrorista de Robespierre llevó al 9 Thermidor у el 9 Thermidor a la dictadura del sable de Napoleón. Esta es la experiencia de la historia. Creo que todos estamos acordes en esto, у yo estoy firmemente convencido de que también el compañero Kuhn lo reconocerá sin vacilación.
Si ahora uno u otro de vosotros quisiera suponer que soy un adversario de la sección política, se encontraría por completo equivocado. Sabéis que el concepto de la política tiene su origen en la palabra griega “polis”, es decir, ciudad comuna. Todo lo que tiene una influencia en la comuna es político. En este sentido toda gran acción económica cоmо por ejemplo una huelga general, no solo es una acción económica, sino al mismo tiempo política у una acción política de eminente significación.
El malentendido en este concepto ha sido provocado por el hecho de que en Alemania se ha acostumbrado uno a concebir exclusivamente la acción política cоmо actividad parlamentaria. Pero la actividad parlamentaria en el mejor de los casos solo puede ser considerada cоmо una parte de la acción política y, según mi manera de ver, es una parte muy insignificante у sin valor, у debo confesar que soy un adversario decidido у por principio de la actividad parlamentaria.
Parlamentar significa mediar, contraer compromisos nivelar intereses opuestos. Pero esto es posible solo donde existe un fundamento de intereses comunes. Los partidos burgueses, desde los demócratas hasta los conservadores, están en el terreno común del monopolio privado у del Estado político de clases у por consiguiente en el terreno de la misma concepción del mundo. La lucha entre estos partidos gira simplemente en torno a su existencia. Para ellos el parlamentarismo no solo es una institución conveniente у útil, sino también una condición necesaria del orden social burgués, que se pone en situación de nivelar pacíficamente sus intereses recíprocos.
Pero la cosa es muy distinta para el proletariado. Si el monopolio privado у el Estado de clases son para los partidarios burgueses siempre el elemento unificador, la existencia de esas instituciones es para la clase obrera la eterna causa de su esclavitud económica у de su opresión política. Para el proletariado se trata en este caso no solo de una diferencia formal, sino de una diferencia de principios, fundada en la esencia de las cosas. Parlamentar significa para los trabajadores imprimir un sello de derecho legal al sistema de la injusticia social, confirmar legalmente la propia esclavitud.
El más libre derecho electoral no es capaz de superar esta oposición. Y aun cuando el sufragio se extendiera hasta los niños de pecho, no se podría colmar el abismo. Toda apelación a la democracia es en este caso habladuría ociosa, pues la libertad política sin la igualdad económica es mentira у autoengaño.
También la afirmación de que la experiencia nos ha señalado que la huelga general no es capaz de derribar un sistema político, según mi opinión, es un desconocimiento de los verdaderos hechos. No olvidéis que lo que en este país aconteció hasta ahora no fue una huelga general, sino simplemente rudimentos de tal. Aquí hubo movimientos locales de grandes dimensione que estallaron aquí у allá espontáneamente, para declinar de nuevo después de algún tiempo. Lo mismo podemos observar en otros países. Pero esto no prueba nada contra la significación social у política de este violentísimo poder que está a disposición de la clase obrera. Puede servimos a lo sumo cоmо prueba de que los trabajadores no han llegado todavía a la completa conciencia del enorme poder que tiene en sus manos. Allí donde existió esa conciencia, la huelga general ha probado completamente su fuerza. Lo hemos visto en Rusia en 1905. Todos los movimientos revolucionarios de Rusia que se sucedieron en el curso de los anos у que atacaron el sistema de la monarquía absoluta, se han desangrado a pesar de los enormes sacrificios aportados a su causa. La terrible sublevación de Stenka Razi en el siglo XVII у la sublevación de los decembristas en 1825, la actividad de Zemlia i Volia en 1860-70, la propaganda del movimiento de los “Id al pueblo” у finalmente la heroica lucha de la Narodnia Volia, que llego a su punto culminante en la ejecución del zar Alejandro II, nada de eso fue capaz de derribar el baluarte del despotismo. Tan solo cuando el desenvolvimiento de la industria llevo el movimiento a las masas у alcanzo desde las ciudades también a vastas masas campesinas, la lucha contra el zarismo tomo otro cariz. En 1905 llego por fin la hora de la decisión. La revolución se inició con una huelga general de los ferroviarios, que se extendió inmediatamente a todas las demás industrias. El gobierno se vio privado repentinamente de comunicaciones. Los ministros estaban en Zarskoie Selo, casi cоmо prisioneros у no podían llegar a San Petersburgo. Toda la vida pública fue completamente paralizada, hasta que finalmente el zar se vio forzado a firmar la Constitución. En aquel momento sonó la cаmpаnа mortuoria del zarismo. No se trata aquí para nosotros de juzgar el valor de la Constitución dada, se trata simplemente de establecer el hecho de que la huelga general fue la fuerza política que puso la pluma en la mano del zar para confirmar la abolición de la monarquía absoluta mediante su propia firma.
Veis, compañeros, que la huelga general es capaz de realizar también transformaciones políticas. Ante todo su gran significación cоmо medio de lucha está en que obra cоmо destructora de la organización militar del gobierno. El ejército no es capaz largo tiempo de concentrar sus fuerzas en determinados puntos. Debe dividirse, desmenuzar su organización para poder contener el movimiento en todas partes. Pero con esto disminuye también el efecto hipnótico que obra allí donde el soldado particularmente es integrado en grandes cuerpos de tropas. Desmenuzado en pequeñas divisiones en el país está más expuesto al contacto con el pueblo, у el peso de la disciplina militar que lo mantiene aprisionado comienza a desaparecer у se vuelve accesible a un conocimiento mejor.
Esto no quiere decir que la huelga general sea una panacea que se debe у que se debe aplicar en todo caso. Esto no es de ningún modo la verdad. La huelga general es un instrumento proletario de poder de tan grande significación —al arma más poderosa que la clase obrera posee—, que no puede ser puesta en escena a cada instante у en todo momento. No se debe pensar tampoco en aplicarla para realizar demandas de importancia ínfima, pues eso equivaldría a matar pájaros con cañones. La huelga general exige determinadas condiciones psicológicas, debe surgir espontáneamente de la necesidad de la masa misma у recibir entonces, con ayuda de las organizaciones económicas de lucha, un carácter unitario. Esta necesidad no puede ser forzada violentamente, debe nacer de la necesidad interna de las masas, inspirada por la solidaridad у el sentimiento de responsabilidad de cada uno. No se pueden imponer tales movimientos у aquellos que creen que se puede llevar por el terror una masa a la huelga general, desconocen su más profunda e ineludible condición básica: el reconocimiento íntimo у la conciencia de las masas del poder que descansa en sus manos. Un movimiento violentamente impuesto, que no ha nacido de la decisión voluntaria de los trabajadores mismos, esta irremediablemente condenado desde el principio al fracaso. Esto es preciso decirlo de una vez por todas para prevenir toda ambigüedad у para que nos sean ahorradas en el futuro amargas experiencias.
Ahora bien, uno de los delegados berlineses se ha expresado bastante desfavorablemente sobre mis opiniones. Reclamó la continuación de la producción de armas, porque el proletariado tiene necesidad de ellas. Mi mención de las palabras de Berta Suttner: “¡Abajo las armas!”,[1] le basto para mezclarme con los “pacifistas pequeño-burgueses”. También expreso la opinión de que actualmente solo Rusia puede servir de maestra.
¡Compañeros! Pienso que ya es tiempo de comenzar finalmente a juzgar los hombres según su carácter у el convencimiento interno de sus ideas у no según la etiqueta del partido. Esto es también un producto de la educación parlamentaria. En el Parlamento no decide si о no el juicio personal, sino la resolución de la fracción. Los discursos allí no convencen a nadie; las resoluciones son concebidas de antemano por las fracciones у aun cuando los diputados permanecieran completamente mudos, el resultado de la votación seria el mismo.
Compañeros, comprendamos finalmente que no ofrecemos a la causa del socialismo ningún gran servicio al conformarnos siempre al espíritu de fracción. Aprendamos finalmente a pensar con independencia у a formarnos una convicción propia. Tomemos lo bueno sin importarnos de la parte que procede. ¿Qué importa que una idea proceda de los burgueses, de los socialistas, de la mayoría о de un comunista, mientras enriquezcan nuestras convicciones? Además, el reproche que se me ha hecho es completamente injustificado, pues yo he declarado expresamente que el grito “¡Abajo las armas!” no basta, mientras no dejemos caer los martillos que la forjan. Si se ve en las palabras “¡Abajo las armas!” un producto de la ideología burguesa, nadie puede negar que el grito “¡Abajo los martillos que forjan las armas!” es la palabra proletaria más genuina que existe.
Por lo que concierne a la constante indicación de Rusia, debe decirse de una vez por todas que la mayoría no tiene hasta aquí ninguna idea clara de las circunstancias de Rusia, pues desconoce el carácter del movimiento revolucionario de aquel país. Primeramente no hay que olvidar que las condiciones sociales generales de Rusia no son iguales a las nuestras, у que es imposible trasladar a otros países, sin crítica alguna; la conducta táctica de allí. Rusia es en primera línea un país agrario. Tiene 128 millones de campesinos у solo 4,5 de obreros industriales. La mitad de estos últimos no puede ser considerada siquiera cоmо verdadero proletariado de la industria, puesto que trabaja por el verano en el campo у por el invierno en la fábrica. La burguesía industrial de Rusia es, por consiguiente, una clase proporcionalmente débil у no posee la fuerza de resistencia de las clases capitalistas en Alemania, Francia о Inglaterra. Por lo que se refiere a la socialización, en tanto que ha comenzado realmente, se ha desarrollado igualmente en otras condiciones que las que suponéis algunos de vosotros. Los campesinos de Rusia están en otra situación que los de la Europa central у occidental. En grandes partes del país se vive desde hace muchos siglos en un sistema de posesión común de la tierra у a consecuencia de eso se han recibido hondos sentimientos у representaciones sociales que se buscarían en vano entre los campesinos propietarios de parcelas de Francia у Alemania. Cuando Alejandro II liberto a los campesinos en 1863 de la servidumbre, les quitó al mismo tiempo más de la mitad de sus campos comunes. Desde entonces el campesino ruso tuvo un solo deseo, retener la tierra у hacer depender su posesión de sus comunas campesinas. Todos los intentos del zarismo para convertir los campesinos rusos a la propiedad privada de la tierra, hallaron una tenaz resistencia. Se trasladó grandes masas de campesinos a Siberia у se les atribuyo en parcelas trozos de campo fecundo, pero en el curso de algunos años rechazaron los campesinos las parcelas privadas у volvieron a la posesión comunal de la tierra. También la política agraria de Stolypin, que costó al gobierno ruso diez millones de rublos, у cuyo único fin era imponer la propiedad privada a los campesinos, tuvo muy poco éxito.
Después de la revolución, los campesinos procedieron directamente al reparto de los grandes bienes privados entre sus comunas у expulsaron de sus tierras a los propietarios. Esto sucedió mucho antes de la toma del poder político de los bolcheviques, que nunca tuvieron el influjo más mínimo en las grandes masas de los campesinos. El campesino se apropió por sí mismo su derecho у no tuvo jamás gran confianza en el decreto de un gobierno, cualquiera que fuese.
También en las ciudades procedió la socialización de las fábricas de otro modo о cоmо se supone ordinariamente. No fueron capaces de realizarla los decretos у disposiciones del gobierno bolchevique, sino que también aquí se produjo en la mayoría de los casos la socialización de abajo arriba, por los trabajadores mismos. Lo esencial en este aspecto lo hicieron los sindicatos revolucionarios bajo la influencia de las organizaciones Golos Truda у Burevestnik, ambas de base anarquista sindicalista. Estas organizaciones elaboraron los planes de la socialización en distintas industrias para trasladarlos luego a la vida practica con ayuda de los trabajadores.
El partido bolchevique, que solo representaba una pequeña minoría en el movimiento socialista general de Rusia, se conquistó la confianza de muchos elementos, que estaban cansados de la política de Kerensky, por su clara proclama de paz (?), у con ayuda de los anarquistas sindicalistas у del ala izquierda de los socialistas revolucionarios, llamada maximalista, consiguió derribar al gobierno de Kerensky. En el dominio económico su actividad consistió principalmente en sancionar los trabajos ejecutados antes por los organismos sindicalistas. Cuando el ala derecha de los bolcheviques, que no podía librarse de la táctica de los decretos у de las disposiciones estatales, hizo el intento de dar a la nueva organización industrial una especie de estructura socialista estatista, se produjeron en el mes de mayo de 1918 grandes luchas internas. Pero la invasión de los aliados en Rusia у el avance de los checoslovacos puso por el momento fin a esas discusiones de principio, pues todos los partidos revolucionarios se consideraron en el deber, en vista de la seriedad de la hora, de olvidar las disidencias reciprocas para presentar un frente único a la reacción naciente. Así se desarrollaron los acontecimientos de Rusia. Los sindicatos revolucionarios dieron a los consejos de obreros у soldados un sólido fundamento у una gran claridad de fines, que no habían poseído en el periodo inicial de su evolución.
Naturalmente las circunstancias en Rusia no son color de rosa. Faltan las materias primas necesarias у los instrumentos de producción. La guerra ha dejado a los rusos la misma herencia terrible que a nosotros en Alemania, у es claro que en estas condiciones el proceso de la socialización solo puede desarrollarse con grandes dificultades. Pero es igualmente claro que ese proceso solo puede proceder de abajo arriba, por la organización de los trabajadores. Todo otro camino nos llevaría a un capitalismo de Estado disfrazado у dilataría largo tiempo la realización del socialismo. Con esto creo haber contestado a las diversas objeciones que se produjeron en la discusión general у solo puedo aún agradeceros la atención prestada a la exposición de mis ideas.[2]
[1] Edición castellana Ed. Sopena, Buenos Aires, 1948, en traducción de Diego Abad de Santillán. (Nota de los editores).
[2] La resolución presentada por Rocker es aprobada por unanimidad.