Teresa Claramunt
¡El puente!
El hambre cual fantasma aterrador va invadiendo los hogares del proletario, la eterna escasez ha dado paso a ese monstruo que corta los hilos de la existencia de miles de niños y ancianos, como troncha el tallo de las flores el fiero huracán.
La revolución social está ya empezada: la clase obrera no posee otras armas que el sacrificio, la solidaridad y la abnegación. Las huelgas continuadas causan numerosas víctimas en el campo obrero y las desazones y ruinas que sufre esa clase, la única que tiene derecho a vivir, por ser la única indispensable, son innumerables.
Hay quien cree que estas luchas que el proletario sostiene contra los explotadores obran sólo para alcanzar aumento en el salario o disminución en las horas de la jornada. No, no esa es tan sólo la aspiración de los obreros impulsadores de estas luchas, va más allá su deseo, es más magna su aspiración. El obrero hasta hoy ha sido un objeto y mediante esas luchas empiézase a reconocérsele como sujeto, y eso que para la masa ignorante no es todavía comprendido, ni su potente alcance, para ese otro gran contingente de obreros inteligentes representa el áncora de salvación.
Los partidos políticos así también lo reconocen y por lo mismo que se afanan por retener a sus filas el mérito de esa labor progresiva, pretendiendo los republicanos convencernos de que la república es el puente por donde debemos pasar para llegar a la anarquía. Sí, verdaderamente; para llegar a la era de amor que anhelamos los anarquistas precísase de un puente, los políticos aciertan, pero no el puente que en su afán de gobernar nos dibujan, sino el que están actualmente construyendo los proletarios que de modo incesante luchan para conseguir el reconocimiento de su propia y justa personalidad. Pasar de objeto a sujeto, lograr que lo que por tantos siglos ha vivido como cosa sea obligadamente reconocido como potencia creadora y productora, ante la que se detengan las imposiciones brutales de las antiguas castas que pretende eternizar la burguesía, ¿no representa acaso una transformación grandiosa, no descubre de modo real y positivo el puente por el que llegaremos al lugar deseado?
A millares se cuentan las víctimas que ocasionan las reñidas batallas contra el capital; el hambre mata a los débiles; en las cárceles se pudren los fuertes y los tormentos de la inquisición moderna arrebata preciosas vidas de valientes.
¡Sangre, vidas, astillas de carne viva, he ahí los materiales con los que se construye el puente para pasar a la anarquía!