Teresa Claramunt
Lo que estorba
Después de un fuerte temporal, en que las olas del mar destrozan los más grandes acorazados, por la ley natural, por la armonía que existe en la naturaleza, vuelven las olas del mar a su regular estado.
Igual pasa a la masa, a esa masa de carne humana que se deja arrastrar impulsada por la perversidad humana. ¡Infeliz no desatines! ¿Qué puede importar tu fe anarquista si también se resuelve grotescamente la masa en el campo del anarquismo? ¿Acaso no observas como se cotiza a buen precio también entre los anarquistas esa misma frase de sugestivo barniz? Desgraciado de ti si resistes alternar con la masa forjadora de ídolos. ¡Oh, mísero rebelde sobre ti caerán todas las iras!
Óyeme, no seas temerario. ¿Por qué te atreviste a combatir lo que no debías ni siquiera haber comentado? Que lo que ha escrito un sabio se apoya en una base falsa sabiendo como se sabe, que la solidaridad es un resultado de las fuerzas afines y nunca de los cuerpos que se destrozan mutuamente. ¿Más eso que debía importarte? No ignoro que la razón está de tu parte, pero debes ahogarla, aplastarla sino quieres ser víctima de la masa honrada. Esta labor que te has impuesto de derribar pedestales te dará sendos sinsabores.
Acata a los súper hombres y apláudeles, o si no calla. Tu conciencia, tus afanes de integridad no te proporcionarán ni la patente de sabio, ni la de valiente ni la de honrado.
¡Y tan fácil que te sería conseguirla!