William Curtis Swabey
La ética stirneana
Todos los que han tenido la suerte de leer el “Único y Su Propiedad” de Max Stirner sienten un profundo deseo de difundir su doctrina, especialmente entre los trabajadores. Es con este objetivo que me he comprometido a dar, en pocas líneas, un avance de esta doctrina. No me parece que haya sido bien entendida por muchos de los que han tratado de explicarla.
Lo que escribe Eltzbacher en su libro “El anarquismo” no es muy exacto; he de que decir, además, que Stirner no se preocupó demasiado en ser claro y que utilizaba una jerga filosófica bastante particular. Se suele confundir la filosofía egoísta —o más bien nihilista— de Stirner con la filosofía individualista de Emerson, por ejemplo.
Stirner proclamó, y esta parece ser la tesis fundamental de su teoría, la doctrina de la propiedad del Yo. Fue una concepción muy audaz y valiente que algún día revolucionará la filosofía. Su esencia: “Sois vuestros propios amos, trabajando por vuestro interés. No respetéis ningún ideal, no os comportéis según tal o cual norma moral. Despreciad la costumbre, el deber, la moral, la justicia, la ley. Yo soy Dios, el rey y la ley — No tengáis por sagrado más que a vuestras ambiciones y vuestros deseos”. Con esta expresión quería decir: “Todas las cosas no son nada para mi”, “No estáis atados si rechazáis estar atados; sois vuestro propio Altísimo. No respeteis ningún deberás, sed vuestro propio Dios. No obedezcais ningún pacto”. En pocas palabras “¡No hay nada que quiera más que mi mismo!”.
Sin embargo, entre el nihilismo y el individualismo existe una diferencia bastante sutil que es necesario aclarar. La filosofía individualista dice: “¡Sed individuos fuertes! ¡Elevaos por encima de la norma! ¡Desarrollad vuestra personalidad!”. La filosofía egoísta o nihilista dice: “No tienes ninguna obligación. Si quieres ser un hombre fuerte, un hombre poderoso, un individuo realmente superior frente a la influencia de la manada, ¡se fuerte! No como un deber, sino como un privilegio”. La primera teoría dice: “Tienes que ser un superhombre.” La segunda: “Se lo que quieras ser.”
El egoista stirneano —el hombre que no acepta ninguna moral— sigue los impulsos de su corazón. Él niega los derechos, los títulos de propiedad y no tiene ningún respeto por el estado, nisiquiera en la democracia más libre que se pueda imaginar. No admite ninguna ética por encima de sus propios deseos. Pero no hay nada en Stirner que sea contrario al sentimiento solidario, la compasión, el amor fraternal. Stirner proclama la liberación de todo aquello que encadena al individuo, es el emisario del egoísmo desenfrenado. Barre la chatarra ética del pasado, señala al último ideal de una sociedad idólatra, la moralidad, y exclama: “¡Mirad! Es una farsa”. Se vuelve hacia el Ego, hacia todos los Egos del Universo y exclama: “Cada uno de vosotros es para él el verdadero Dios, haced lo que deseéis”.
Entre la ética de Kropotkin y Stirner que no hay ninguna diferencia esencial, lo que el primero expresa en un lenguaje sencillamente científico, Stirner lo expone en términos metafísicos precisos, pero un poco confusos. Cuando Kropotkin explica que en cada individuo hay una pasión por el bien, está reforzando la tesis de Stirner. Dudábamos en proclamar que la moral es una ilusión y el deber una farsa hasta que Kropotkin nos confirmó que el sentimiento de solidaridad es inherente a la naturaleza del hombre. Teniendo claro esto, podemos desprendernos de toda moralidad sin que peligre la especie.
Según la concepción de Stirner, el bien es lo que ama y el mal lo que odia. Lo que te hace daño es malo para ti, así que aun negando absolutamente el valor de cualquier moral impuesta desde el exterior, no es imposible negar la existencia del bien y del mal.
Pero soy yo, el Ego, la medida de todas las cosas. Un tirano, un brutal asesinato cometido por el monstruo manchado de sangre que es la ley, un acto cruel; esos son los que violan mi sentimiento solidario, ese es el Mal.
Añadiremos entonces a nuestro grito de batalla otro nuevo grito.
Hasta ahora hemos aplaudido la muerte del enemigo todopoderoso, Dios. Cuando caiga la ley, cuando se destruyan los derechos de propiedad, podremos añadir “Abajo la moral”.
W. Curtis Swabey