Albert Libertad
Actividad anarquista
Leía yo con atención el artículo de Robert Delon y comprendía todo su alcance. Es, en efecto, el método uno de los más seguros auxiliares de la razón, uno de los mejores apoyos a la propaganda. Pensaba entonces en echar un vistazo retrospectivo al trabajo de estos últimos años. No quiero —puesto que considero el trabajo de gran utilidad— entrar hoy en el detalle de nuestros esfuerzos. Un simple vistazo tan solo.
Después de la propaganda de orden negativo que habíamos puesto en marcha por todo París, algunos amigos y yo decidimos, sin interrumpirla, comenzar una propaganda de orden positivo. Habíamos adquirido y mantenido para la primera de ellas un espíritu metódico que nos pareció debíamos conservar al comenzar la segunda. Solo después de haber afrontado toda la dificultad del trabajo positivo, decidimos ponerlo en marcha.
¿Hacia dónde nos encaminaríamos? Hacia dónde nos encaminamos todos nosotros, anarquistas, si no es hacia esa tierra comunista en la que nuestros individualismos podrían afirmarse? ¿Hacia dónde me encaminaba yo mismo, rabelesiano, si no es hacia esa abadía de Thelema[1] sobre cuya entrada resplandece el famoso «Haz lo que quieras»? Pero de inmediato comprendimos que no se fabrica a voluntad, con un golpe de varita mágica, un medio semejante, ni a los hombres que deben vivir en él.
Celosos del éxito y, en consecuencia, de asumir el buen método, comprendimos que no había que poner el carro delante de los bueyes y comenzamos, en octubre de 1902, a formar las Causeries populaires, agrupación anarquista —sin cotización, sin estatutos, sin inscripción—, que debía ayudarnos a reunir a los individuos.
Al principio, nuestras primeras asambleas tuvieron lugar en la trastienda de una vinatería. Allí esperamos pacientemente conseguir un núcleo lo bastante fuerte como para asegurar la vitalidad del grupo, así como reunir los primeros fondos para alquilar un local en el que pudiéramos liberarnos de casi todas las promiscuidades. Esto ocurrió en octubre de 1903, un año después.
Entretanto, sabiendo de la utilidad de tener varios centros, formábamos en Montmartre, en junio de 1904, gracias a la buena marcha del primero. En el distrito 13 y sobre las mismas bases, amigos nuestros formaban otra Causerie, que también se hizo con un local pasados seis meses.
Fue entonces cuando se volvió necesario, cuando se impuso la necesidad del órgano que reuniría a todos esos núcleos, a todos esos centros, y a otros núcleos, otros centros, que no habrían de dejar de surgir en provincias, o incluso uniría a ciertas individualidades con las susodichas agrupaciones.
¡Cómo actuar? ¡Siempre con el mismo método! Solicitamos, para empezar, un gran esfuerzo de aquellos que estaban interesados. Buscamos oportunidades, hojeamos publicaciones y, para hacer nuestro periódico, quisimos, antes que nada, tener una imprenta.
Ya en noviembre de 1904, las Causeries populaires podían elaborar pequeños manifiestos. En abril de 1905 aparecía el primer número de l'anarchie.[2] Organizábamos nosotros mismos la publicidad de nuestras conferencias y podíamos permitirnos la aparición de carteles y folletos.
Pero ¿duraría este ensayo? ¿Encontraría, entre tantas dificultades, fuerza para vivir? Sí. En abril de 1906, un año de existencia nos lo demostraba, y entonces decidimos completar el material de imprenta. El material era mucho. En julio de 1906 hicimos un llamamiento a nuestros camaradas, a aquellos que comprenden la forma de nuestra propaganda, para establecer, sobre bases sólidas, la imprenta de las Causeries populaires.
Unos pocos días más, incluso, si fuera necesario, hasta finales de año, y el trabajo estará hecho. Entonces comenzaremos con la escuela, la continuación lógica de nuestro trabajo. Trabajaremos para alcanzar mediante la escuela «anarquista» a los individuos menos aplastados, menos contaminados por el ambiente, más sanos y más fuertes. Desde ahora estudiamos los medios materiales el intelectuales que deberán asegurar su buena vitalidad.
Y solo cuando también esta experiencia haya conocido el éxito, creeremos tener los elementos necesarios para la formación de un medio libre o, mejor dicho, será entonces cuando se imponga por sí mismo, metódicamente. Desde la unidad habremos llegado al todo, desde el individuo al medio. Encontramos malas las demás formas de proceder y, para probarlo, empleamos el método contrario. Eso es todo.
Que no se nos suba a la cabeza también a nosotros; nos encontramos en el establecimiento casi definitivo de la imprenta de las Causeries populaires, para el cual aún tenemos necesidad de vosotros, camaradas. No levantemos castillos en el aire; velemos, de momento, por nuestro humilde chamizo.
A propósito de la imprenta, terminaré casi con un post-scriptum. Algunos imbéciles, que no pueden ver cómo se trabaja a su rededor sin sentirse fatigados, cacarean, dan vueltas y más vueltas, os escriben largas cartas incluso. «¿Qué significan vuestra tentativa y la tentativa de Girault[3]-Lorulot?[4] ¡Os estáis haciendo la competencia! ¿Adónde vais? ¿Cómo vais a triunfar? ¡Todo eso son celos individuales! ¿Por qué no os asociáis?» Descansad, oh fatigados. Por mucha tarea que haya, no será cosa vuestra. Al levantaros, al acostaros, estáis siempre cansados. Pero, de todos modos, ahí van algunas explicaciones.
Si hay dos tentativas, es porque las mismas causas producen los mismos efectos y porque la necesidad de un organismo de imprenta se hacía sentir en los medios anarquistas. Igual que las Causeries, también Girault había ya comenzado a reunir algo de material. No podría haber competencia en un trabajo anarquista, salvo la emulación de hacer lo más y mejor posible. ¿Adónde vamos? Si somos fuertes y obstinados en alcanzar el fin que nos hemos propuesto, triunfaremos poniendo el mayor método en nuestra actividad. No podría haber celos entre individuos. Puede haber, simplemente, divergencias en los fines o en los medios. Si tales tentativas no se fusionan, es que no hay afinidad entre ellas, es porque no tienen métodos paralelos. Hay que dejar, tanto a las agrupaciones como a los individuos, la forma de no servirse de la asociación más que cuando les convenga. Las ideas burguesas tienen millares de periódicos para hacerlas circular y, tan pronto aparecen dos imprentas que proponen la anarquía, ¿se habla de competencia? Harían falta centenares de ellas.
Ni los camaradas del Bureau de propagande ni los de las Causeries populaires se ocuparon al principio de lo que ocurría a su lado. Cuando las dos tentativas aparecieron, cada uno tuvo que examinar el proyecto del otro. No teniendo afinidad los individuos que se ocupaban de ambas y, sobre todo, siendo los métodos empleados absolutamente diferentes, comprendieron que no había posibilidad de fusión. Pero estoy convencido de que, en cada lado, han dejado un proyecto para adaptarse al otro, que convenía más a su temperamento, a sus desiderata o a la idea que se hacían de la propaganda. Esto es lo que resulta interesante.
Por mi parte, siempre he estado contra los medios libres fabricados antes de haber reunido los elementos, ensayado las afinidades. Lo que hacen los camaradas, en tal sentido, ¿estará bien? ¿estará mal? No lo sé. Creo que el método que siguen es malo; lo demostraba mediante la explicación del nuestro. Veremos los resultados.
Con el fin de que no haya malentendidos y para que los esfuerzos puedan dirigirse con conocimiento de causa, digamos que llamamos —en el periódico— a la tentativa de Girault y de Lorulot Imprenta de la Librería Internacionalista o de la Oficina de Propaganda, y aquella del que nosotros nos ocupamos, Imprenta de las Causeries populaires. Espero que los gruñones queden satisfechos.
Y que la actividad anarquista se multiplique, se desarrolle en todos los sentidos, pero que sea con el mayor método posible, pues no es el número de los esfuerzos el que obstaculiza la propaganda, son los esfuerzos malos y sin método.
[1] Abadía utópica descrita por Rabelais al final de su Gargantúa. Se trataba de un espléndido castillo destinado a la vida en común de jóvenes de ambos sexos, hermosos y ricos, que no habían de someterse más que a una sola regla, precisamente la que menciona Libertad: «Haz lo que quieras». Abadía de Thelema fue asimismo el nombre con el que Aleister Crowley bautizó a la comunidad mágica establecida en Céfalu (Sicilia) durante la década de los años veinte del siglo pasado.
[2] Semanario fundado por Libertad, que apareció todos los jueves entre el 13 de abril de 1905 y el 30 de julio de 1914 y del que están extraídos la mayor parte de los artículos de esta selección. Libertad publicaba en él bajo distintos seudónimos: Matar, le Baladeur (el Paseante), Rédan, Candide, le Grincheux (el Gruñón), Adamentos, L. A. Boirieux, etc. Tras su muerte (noviembre de 1908) asumirán sucesivamente la dirección del diario: Armandine Mahé, Jeanne Morand, Maurice Duflou y, finalmente, Lorulot, que lo instala en Romainville en el año 1910. Rirette Maitrejean y Víctor Kibalchich (el futuro Victor Serge), que asumen el cargo a partir del 13 de julio de 1911, llevan la publicación de vuelta a París en octubre de ese mismo año. Desde entonces, son Ernest Armand y Mauricíus quienes se ocupan de ella hasta su desaparición. En paralelo al semanario, l'anarchie publicó murales anti-electorales (El ganado electoral y El Criminal), carteles, tarjetas postales de propaganda. Además, y durante sus más de diez años de existencia, se dedicó a la edición y distribución de folletos y opúsculos anarquistas, cuyo listado completo puede encontrarse en http://cgecaf.com/mot.php3?id_mot=202 y en http://cgecaf.com/mot.php3?id_mot=203.
[3] Émile o Ernest Louis Girault, también apodado Angilleras o Angelleras (1871-1933). Obrero tipógrafo que fue anarquista y, más tarde, comunista. Colaboró en L'Aurore y también en Le Libertaire, donde defenderá una posición hostil al sindicalismo. En junio de 1904, participa en el Congreso Antimilitarista de Ámsterdam. Excelente orador, hizo multitud de giras dando conferencias —sobre todo, con Louise Michel, con quien estuvo en Argelia—. Sus discursos le valieron penas de prisión en diversas ocasiones.
[4] Georges André Roulot, conocido como André Lorulot (1885-1963). Propagandista anarco-individualista hasta 1914. En 1905 es arrestado durante ocho días por haber silbado al paso del coretejo del rey de España y despedido de la imprenta en la que trabajaba. Conoce, poco después, a Albert Libertad, con quien fundará l'anarchie y de cuya dirección se hará cargo tras el fallecimiento del primero. Al terminar la Gran Guerra, evoluciona hacia el comunismo.